Después del estallido octubrista en 2018 – de aquel fuego furioso – y de la
derrota plebiscitaria de septiembre de 2022 que sufriera el gobierno de izquierda
encabezado por Gabriel Boric, ha sobrevenido ese silencio de piedra que
antecede al desencanto convertido en ceniza de utopías e ideologías cremadas. A
la embestida de activistas violentos y locuaces ha seguido la cobardía y el retiro
estratégico-táctico de los progenitores de toda esa furia loca.

Han sido cuatro años de frenesí cercanos a una irracionalidad contagiosa que ha
afectado a la casta dirigente, a sectores claves de la academia, a determinados
segmentos sociales y partidos. El 2022 fue un eslabón de este cuatrienio maldito.
Se ha ido el año 2022 y con él ese esperado triunfo que no llegó e hizo llorar a
muchos apostadores necios de la refundación institucional, a padres no
reconocidos de la nación étnica plurinacional, líderes sin cabeza perdidos en el
laberinto de un paraíso mal concebido. Algunos secuaces dicen que habrá que
olvidarlo para siempre. Entre quienes desean que sea extirpado de su memoria
histórica personal y hasta del calendario, existen razones ligadas a sus
particulares concepciones ideológicas y a las frustraciones que derivan del choque
entre ellas y la real realidad. Otros se muestran aliviados porque no obstante
haber cruzado el fuego de la revuelta, salieron indemnes sin quemaduras ni
lesiones importantes.

Las incertezas persistirán
Todavía hay quienes se reúnen en oficinas, gabinetes y escondrijos de comités
centrales, a pesar de sentirse traicionados y de la adversidad que les circunda. Se
trata de jerarcas y cabecillas, -‘derrotados, pero no vencidos’ (según ellos dicen)-,
que traman fórmulas de reactivación para justificar una eventual fase de reinicio y
prosecución de aquellos momentos de delirio previos al castigo que el pueblo
soberano les infligiera a ellos y al oficialismo gobernante en el plebiscito del 4 de
septiembre.
Pareciera una idea de auto-inmolación absurda; pero ¿cómo explicar las
siguientes declaraciones del excandidato presidencial comunista Daniel Jadue?:
“hay que empezar a armar en todas las comunas, en los barrios, frentes
antifascistas para detener esta maraña que va creciendo como una mancha de

aceite, para salirle al paso de las noticias falsas, de las campañas de odio y tratar
de retomar el rumbo que traía Chile”. (“El Líbero”, 9 de noviembre de 2022)
La intención de Jadue es conducir a sectores de izquierda radical decepcionados
con el gobierno de Boric, al que califican como representante de la claudicación
política y programática del cambio social, para enrolarlos en un tipo de
organización barrial, sin intermediación de los partidos. El modelo a adaptar es
multiverso: el de los ‘colectivos revolucionarios chavistas´, organizaciones civiles
devenidas en ´organismos paramilitares´; el de los ´comités de defensa de la
revolución´ nacidos en Cuba el año 1960, (organismos de vigilancia y control
activo); incluso el de los ‘ronderos’ en las comunidades campesinas y nativas
peruanas.

Qué duda cabe entonces, que el riesgo y las incertezas persistirán en un horizonte
proinsurgente como el descrito.
¿Qué les deparará a los chilenos el año 2023?: ¿mejorará su condición
económica?, ¿se sentirán más protegidos y seguros?, ¿podrán participar en el
fortalecimiento de una democracia plenamente libertaria, sin tutelas hegemónicas
oscuras, sin afanes totalitarios ocultos, sin engaños ni mentiras, sin caudillos
verborreicos?

La estabilidad anhelada
¿Hasta cuándo los humildes soportarán ser zarandeados y postergados por los
violentos? Lo que hoy debiera interesar a los poderosos es esa multitud pacífica
que busca con dignidad una salida a tanto desvarío y sufrimiento. En este sentido,
la gran promesa de la elite chilena y de las castas políticas de acordar un nuevo
texto constitucional, algo así como un constructo sublime, -casi sacrosanto-,
continúa siendo una ilusión, una representación difusa, un artefacto por ahora
etéreo.
Según ha escrito el español David Trueba, -en una opinión aplicable a Chile-, “los
signos nos invitan a pensar que la estabilidad no va a llegar del pacto con los
extremos, sino del final de la gresca partidista. Los ciudadanos con sus votos
fuerzan a los equilibrios más insospechados a quienes quieren sobrevivir en el
poder. Es en esa contorsión donde radica la posible fractura”. (“La utopía se llama
estabilidad”, “El País”, España, 27 de diciembre de 2022)
¡2023: eres bienvenido a la historia!, ¡pasa y transcurre, si traes estabilidad!