Santiago, noviembre 8 de 1973
Muy estimado Presidente y amigo:
He creído de mi deber dirigirme a usted, y por su intermedio a la directiva de la
Unión Mundial de la Democracia Cristiana, para que conozcan nuestro pensamiento
frente a los hechos ocurridos en Chile y su repercusión exterior.
Tiene también por objeto señalar cómo una propaganda muy concertada y
dirigida pretende ensombrecer el nombre de la Democracia Cristiana chilena y en
especial el de algunos de sus personeros, sin que hayan faltado quienes le han dado
acogida, ignorantes de la verdadera realidad.
La Democracia Cristiana nació en Chile justamente para defender la libertad, el
derecho y la democracia. En cuarenta años de existencia este Partido nunca ha tenido
una vacilación en la defensa de estos principios y en su combate especialmente contra
todas las fuerzas fascistas que en la década del 30 al 40 gozaban de tanto prestigio y se
extendían en nuestro hemisferio. Combatimos así a la Falange española, al rexismo
belga, al fascismo italiano y el nazismo alemán.
Personalmente di testimonio de ello, al igual que todo nuestro Partido, en
libros, artículos y acciones correspondientes.
Fue este Partido el que en 1957 contribuyó a la derogación de la Ley de
Defensa de la Democracia que existía en Chile y que colocaba fuera de la ley al Partido
Comunista.
Por último, llegado este Partido al Gobierno que tuve el honor de presidir,
dirigió al país dentro del más pleno respeto a las normas democráticas. Ningún partido
político sufrió, no digamos persecución, sino ni la más leve molestia, al igual que en
cualquier democracia europea. Y fue nuestro gobierno el que, arrastrando en esos años
muchos ataques, reanudó relaciones con Rusia y los demás países socialistas.
Los partidos que se han conducido de esa manera no pueden aceptar de nadie,
ni de adversarios ni mucho menos de quienes se dicen amigos, la menor tacha a su
limpia trayectoria democrática. Y digo esto, porque para asombro nuestro estamos
recibiendo ahora lecciones de democracia de los Partidos Comunistas y aun de quienes
en su país ocuparon en el pasado cargos de Ministros en gobiernos dictatoriales.
Esta campaña de desprestigio de la Democracia Cristiana chilena ha sido
acompañada por una incesante propaganda nacida en los medios de izquierda marxista y
acogida por insignificantes grupos democratacristianos, en el sentido de que la
Democracia Cristiana chilena está dividida o a punto de hacerlo, calificando a unos de
“derechistas” y a otros de “izquierdistas”. Si con ese criterio se juzgara a cualquiera delos PDC de Europa y América Latina, seguramente éstos aparecerían con mucho
mayores señales de división que las que se pueden suponer en Chile, donde el Partido
ha dado ejemplo de solidez y unidad en situaciones extremadamente difíciles. Que
existan en algunos puntos diferencias de opinión es natural en partidos democráticos,
pero eso no hiere su unidad fundamental.
Esta maniobra de descalificación progresiva a unos o a otros, manejada por la
prensa marxista o de extrema derecha, consideramos que constituye uno de los mayores
peligros para el futuro de la Democracia Cristiana en cada país, si no existe un mínimo
de solidaridad y respeto entre los distintos partidos y no caen en la trampa de hacerse
eco de tales maniobras.
¿Qué ocurrió en Chile?
Este país ha vivido más de 160 años de democracia prácticamente
ininterrumpida. Es de preguntarse, entonces, cuál es la causa y quiénes son los
responsables de su quiebre.
A nuestro juicio la responsabilidad íntegra de esta situación – y lo decimos sin
eufemismo alguno – corresponde al régimen de la Unidad Popular instaurado en el país.
¿En qué basamos esta afirmación?
a) Este régimen fue siempre minoría y nunca quiso reconocerlo. Obtuvo en la
elección presidencial el 36 por ciento de los votos. Subió al cincuenta por ciento a los
cuatro meses de elegido, en las elecciones municipales, siguiendo una vieja tradición
chilena en que el pueblo da su apoyo al gobierno recién elegido. En los comicios
parlamentarios del 73 bajó al 43 por ciento, a pesar de haber ejercido una intervención
no conocida en la historia de Chile y haber utilizado toda la maquinaria del Estado,
enormes recursos financieros y presión sobre las personas y organizaciones, que llegó
hasta una violencia desatada que causó varios muertos y numerosos heridos a bala. Por
último, quedó comprobado con posterioridad un fraude de por lo menos 4 a 5 por ciento
de los votos, pues los servicios públicos, entre otras cosas, falsificaron miles de carnés
de identidad.
b) Pero no sólo fueron minoría en el Parlamento. Fueron minoría en los
Municipios; lo fueron en las organizaciones vecinales, profesionales, campesinas y
progresivamente estaban llegando a ser minoría en los principales sindicatos
industriales y mineros, como el caso del Acero, Petróleo, Cobre, etc. Igualmente, salvo
en un solo caso, fueron derrotados en todas las organizaciones universitarias en que
votaban los académicos y los estudiantes y para qué decir en las organizaciones
específicamente estudiantiles.
En vez de reconocer este hecho y buscar el consenso, trataron de maneraimplacable de imponer un modelo de sociedad inspirado claramente en el marxismo-
leninismo. Para lograrlo aplicaron torcidamente las leyes o las atropellaronabiertamente, desconociendo a los Tribunales de Justicia. Cada vez que perdían una
elección en las organizaciones sindicales y campesinas o estudiantiles desconocían el
hecho y creaban una organización paralela afecta al gobierno, la cual recibía la
protección oficial mientras eran perseguidos los organismos que respondían a una
elección legítima. Así se trató a los estudiantes, a la clase obrera y a los campesinos.
En esta tentativa de dominación llegaron a plantear la sustitución del Congreso
por una Asamblea Popular y la creación de Tribunales Populares, algunos de los cuales
llegaron a funcionar, como fue denunciado públicamente. Pretendieron, asimismo,
transformar todo el sistema educacional, basado en un proceso de concientización
marxista. Estas tentativas fueron vigorosamente rechazadas no sólo por los partidos
políticos democráticos, sino por sindicatos y organizaciones de base de toda índole, y en
cuanto a la educación, ella significó la protesta de la Iglesia Católica y de todas las
confesiones protestantes que hicieron públicamente su oposición.
Frente a estos hechos, naturalmente la Democracia Cristiana no podía
permanecer en silencio. Era su deber – y lo cumplió – denunciar esta tentativa totalitaria
que se presentó siempre con una máscara democrática para ganar tiempo y encubrir sus
verdaderos objetivos. Eso fue lo que el país resistió.
Fueron éstas las razones por las que la Corte Suprema de Justicia, por la
unanimidad de sus miembros, denunció ante el país el hecho de que por primera vez en
la historia de Chile los Tribunales no eran respetados, se atropellaban las leyes y sus
sentencias no se cumplían.
La Contraloría General de la República, órgano que en Chile adquiere un
verdadero carácter constitucional y que no sólo tiene funciones contables, sino que
califica la legalidad de los decretos del Ejecutivo, rechazó innumerables resoluciones
del gobierno por estimarlas ilegales.
El Parlamento continuamente reclamó durante tres años la violación de las
leyes y el atropello al Derecho, sin ser oído. Esto culminó cuando, aprobadas dos
reformas constitucionales, el Presidente de la República se negó a promulgarlas.
Buscando un pretexto para no hacerlo, recurrió primero al Tribunal Constitucional, el
cual dio la razón al Congreso. Sin embargo, eso fue inútil. Pretendió después promulgar
estas reformas de manera trunca, o sea, parte del texto, lo que rechazó la Contraloría
General de la República. Por último, se negó lisa y llanamente a respetar la decisión del
Congreso Nacional.
Esto llevó a la Cámara de Diputados a aprobar un acuerdo destinado a señalar
al país que se estaban atropellando abiertamente la Constitución y las leyes y mostrar
una lista abrumadora de casos concretos de cómo así ocurría.Por haber ejercido estos derechos, la Democracia Cristiana es presentada por la
propaganda comunista como fascista o antidemocrática. Esta peregrina teoría parece
haber encontrado acogida en algunos.
Pero cabe preguntar: ¿Qué ocurriría en cualquier país europeo en que la Corte
Suprema de Justicia declara que el gobierno ha atropellado la ley y no ha acatado las
sentencias judiciales? ¿Qué ocurriría si el Congreso aprobase reformas constitucionales
y el Ejecutivo se negara a promulgarlas y aun a publicarlas?
Lo curioso es que el Partido Comunista y el Partido Socialista durante todos los
gobiernos anteriores en que estuvieron en la oposición la ejercieron en forma extrema.
Cuando el gobierno de la DC triunfó con el 57% de los votos del electorado nacional
(no con el 36%), el Partido Socialista oficialmente y el señor Allende, líder de ese
Partido, declararon que no reconocían el triunfo de la Democracia Cristiana. Se negaron
a concurrir al Congreso Pleno, que en Chile es el trámite correspondiente para la
proclamación del Presidente de la República, y anunciaron textualmente que le negarían
al gobierno de la DC “la sal y el agua”. El Partido Comunista estuvo en una oposición
constante y total.
Para hacerlo recurrieron a la injuria, a la violencia, y el Partido Socialista una y
otra vez manifestó que no respetaba el orden legal y democrático, que no era sino un
orden burgués. Cada vez que había una huelga o un conflicto, el señor Allende y los
partidos Socialista y Comunista lo promovían o acentuaban para llevar al extremo la
situación. En su implacable crítica al gobierno de la Democracia Cristiana, todo lo
encontraron mal, y cuando la inflación llegaba al 20 por ciento, llamaban al país a la
huelga general para derrocarlo.
¡Qué distinta la actitud del Partido Demócrata Cristiano, que concurrió con sus
votos a elegir Presidente al señor Allende cuando obtuvo sólo un 36 por ciento de la
votación nacional y que no pidió en compensación ni un solo cargo o influencia sino un
Estatuto de Garantías Constitucionales que asegurara plenamente la democracia en
Chile!.
Pues bien, por boca de don Renán Fuentealba primero, y de don Patricio
Aylwin después, como presidentes del Partido Demócrata Cristiano, se denunció que
este Estatuto, que el Presidente juró respetar, fue constantemente atropellado.
¿Cuál era el fondo del problema?
El fondo del problema es que este gobierno minoritario, presentándose como
una vía legal y pacífica hacia el socialismo – que fue el slogan de su propaganda
nacional y mundial – estaba absolutamente decidido a instaurar en el país una dictadura
totalitaria y se estaban dando los pasos progresivos para llegar a esta situación, de tal
manera que ya en el año 1973 no cabía duda de que estábamos viviendo un régimenabsolutamente anormal y que eran pocos los pasos que quedaban por dar para instaurar
en plenitud en Chile una dictadura totalitaria.
Así lo señalaron no sólo la Corte Suprema, la Contraloría y el Parlamento. Se
agregó la declaración del Colegio de Abogados, que en extenso documento indicó al
país que el sistema legal había sido reiterada y manifiestamente atropellado. Por otro
lado, el Partido Radical de Izquierda, que apoyó al señor Allende en la elección y que
formó parte de su gobierno, se retiró de él denunciando que había llegado a la certeza de
que se iba al quiebre de la democracia por la acción del gobierno que integraban.
Hombres que habían militado siempre en la izquierda chilena, que dirigían ese partido,
señalaron con extrema dureza que el país estaba al borde del caos y que la voluntad del
Ejecutivo era instaurar la dictadura totalitaria.
A esto se agregó el Colegio Médico, que tradicionalmente apoyó al señor
Allende, pues éste fue Presidente de él; el Colegio de Ingenieros y todos los demás
colegios profesionales.
Fue, asimismo evidente un cambio en diversos sindicatos, que se manifestó en
huelgas, de las cuales la más prolongada fue la de los obreros del cobre.
Todo, pues, conducía a una situación crítica.
Los partidos de gobierno ya no ocultaban sus intenciones. El Secretario
General del Partido Socialista llamaba abiertamente a los soldados y marineros a
desobedecer a sus oficiales y los incitaba a la rebelión. En iguales términos se
expresaban otros partidos de gobierno en forma de tal manera insensata que hasta el
propio Partido Comunista manifestó su desacuerdo con ellos y en especial con el
Partido Socialista, “que rechazaba todo acuerdo con la Democracia Cristiana y se unía
cada vez más al Movimiento de Izquierda Revolucionaria en su tesis de la revolución
violenta e inmediata”.
Así lo han declarado numerosos dirigentes comunistas.
Reveladora es la entrevista publicada en La Stampa, del 26 de octubre de 1973,
en la cual se afirma por un alto dirigente que el Partido Comunista buscaba una solución
política, pero que en los últimos días se encontraron con el discurso del Secretario
General del Partido Socialista contra las Fuerzas Armadas y “con su obstinado
maximalismo al igual que el de Enríquez, jefe del MIR, y por eso nos hemos encontrado
sin preparación ante el golpe”.
La posición del Partido Comunista, según la misma entrevista, que coincide
con innumerables otras declaraciones y documentos, no difería en cuanto a los
objetivos, sino sólo ante la táctica a seguir.
“Las armas que teníamos – agrega -, de las cuales los generales han descubierto
una mínima parte, desgraciadamente eran pocos los que las sabían usar, porque no había
habido tiempo suficiente para adiestrar a la masa popular”.O sea, vuelve siempre lo mismo: Ganar tiempo para obtener el poder total.
El Presidente de la República declaraba respetar la ley, la Constitución y la
democracia, pero todas sus declaraciones eran de inmediato contradichas por los
hechos, ya que todos los compromisos fueron violados y todas las afirmaciones
desmentidas posteriormente por sus actos.
Innumerables documentos de sus asesores y de los dirigentes de los Partidos
Políticos que conformaban la Unidad Popular han demostrado que todo su objetivo era
ganar tiempo para consolidarse en el poder y para afianzar su posición totalitaria,
documentos que culminaron con la carta publicada del señor Fidel Castro, en la cual le
recomendaba al señor Allende tratar con la Democracia Cristiana con el solo objetivo de
ganar tiempo.
El Partido Demócrata Cristiano, bajo la presidencia del señor Renán
Fuentealba, que abarcó parte del año 71, el 72 y hasta después de las elecciones
parlamentarias del 73, constantemente denunció este dualismo. Igual ocurrió con la
actual directiva.
Acompaño a este respecto algunos documentos.
A este cuadro político se agregan dos hechos que han sido determinantes en el
proceso chileno.
El primero, instaurado el gobierno, convergieron hacia Chile varios miles de
representantes de la extrema izquierda revolucionaria de América. Llegaron elementos
tupamaros del Uruguay, miembros de guerrillas o movimientos extremos del Brasil, de
Bolivia, de Venezuela y de todos los países, como hay numerosos casos, por delitos
graves inexcarcelables. La Embajada de Cuba se transformó en un verdadero ministerio,
con un personal tan numeroso que era superior, la sola Embajada de Cuba en Chile, a
todo el personal que tenía nuestro país en el Ministerio de Relaciones Exteriores el año
1970. Esto da la medida. Además de ellos, nos vimos invadidos por norcoreanos y otros
representantes del mundo socialista.
Hombres conocidos en el continente por sus actividades guerrilleras eran de
inmediato ocupados en Chile con cargos en la Administración, pero dedicaban su
tiempo muchos de ellos al adiestramiento paramilitar e instalaban escuelas de guerrillas
que incluso ocupaban parte del territorio nacional en que no podían penetrar ni siquiera
representantes del Cuerpo de Carabineros o de las Fuerzas Armadas.
El segundo, fue la acelerada importación de armas. El Partido Demócrata
Cristiano denunció continuamente este hecho. Hay más de cincuenta documentos
publicados por el Partido y dados a conocer en el Parlamento respecto a la aseveración.
Llevado de su preocupación el PDC presentó un proyecto de ley que fue aprobado y que
sirvió de base para iniciar acciones que revelaron la existencia de fuertes contingentes
de armas importadas.Después del pronunciamiento del 11 de septiembre estas denuncias de la
Democracia Cristiana han quedado plenamente confirmadas. Las armas hasta ahora
recogidas (y se estima que no son aún el 40 por ciento) permitirían dotar a más de 15
regimientos y eso que una abrumadora proporción aún no ha sido descubierta.
Estas armas son todas de procedencia checa o rusa, armas que jamás ha tenido
el Ejército chileno. Por lo demás nadie ignora o descarta en Chile la existencia de estas
armas.
Se trata de armas de todo tipo, no sólo automáticas, sino que pesadas,
ametralladoras, bombas de alto poder explosivo, morteros, cañones antitanques de
avanzados modelos y todo un aparato logístico de comunicaciones, de telefonía, clínicas
médicas, etc., para poder concretar esta acción. Se había establecido así un verdadero
ejército paralelo.
Nos preguntamos, una vez más, y preguntamos a los dirigentes de la Unión
Mundial de la Democracia Cristiana: ¿Qué democracia puede resistir esta situación?
¿Acaso la Democracia Cristiana, sin armas y en consecuencia inerme frente a esta
embestida, debía quedar silenciosa? ¿Merece el calificativo de fascista o golpista por el
hecho de haber denunciado esta realidad? ¿Pretenden acaso que lo democrático era
permanecer mudos, amparando la preparación desembozada de una dictadura impuesta
por la fuerza de las armas?
Es efectivo que como consecuencia de este extremismo armado de la izquierda
y sin duda amparado por el gobierno, ya que se ha probado que muchos de los bultos
que contenían estas armas llegaban consignados a la propia Presidencia de la República,
nació inevitablemente un extremismo de derecha también armado. No nos referimos al
Partido Nacional, sino a grupos extremistas de derecha, que la Democracia Cristiana
nunca dejó de condenar con la misma claridad que a los de extrema izquierda.
El otro elemento digno de considerarse fue la conducción económica. El
mundo conoce cuál es el resultado de la gestión económica de la Unidad Popular.
Recibieron un país floreciente, en pleno desarrollo. El cobre, principal producto
de exportación, había sido nacionalizado en un 51 por ciento y se había hecho una
inversión ya terminada que duplicaba su capacidad de producción. Impulso decisivo
existía en la agricultura, en la industria y en otras actividades mineras. El país estaba
absolutamente al día en sus compromisos internacionales y había podido en los dos
últimos años de la Administración anterior prescindir de créditos externos, salvo
algunos destinados a la instalación de nuevas industrias básicas, celulosa, petroquímica,
etc., y se había acumulado una reserva que por primera vez el país tenía ascendente a
600 millones de dólares. El único hecho negativo era que la inflación había llegado al
30 por ciento en el último año.En estas condiciones la Unidad Popular aseguró que terminaría con la
inflación; que nunca más pedirían créditos externos; que aumentaría la producción,
independizarían económicamente al país y mejorarían el nivel de vida de la clase
trabajadora.
¿Cuál fue el resultado de su gestión?
El mundo la conoce. El total de las deudas líquidas contraídas por la DC
durante sus 6 años de gobierno no llegaron a 400 millones de dólares, después de pagar
todos sus compromisos internacionales y tener su crédito absolutamente limpio.
En menos de tres años el gobierno de la Unidad Popular que afirmó que no
endeudaría al país según su programa, elevó esas deudas en cerca de mil millones de
dólares, destinados no a inversión, sino exclusivamente a comprar alimentos para paliar
su fracaso en la agricultura. Además de eso dejaron de pagar todas las deudas externas y
en dos años se consumieron todas las reservas que les había legado el régimen anterior.
Por eso, en vez de independencia, llegaron a la mayor dependencia conocida en Chile.
La inflación en cifras oficiales el gobierno llegó a 323 por ciento en los últimos
doce meses, pero los Institutos Universitarios, teniendo consideración que
prácticamente el país vivía del mercado negro, estimaban que ésta superaba al 600 por
ciento.
El dólar en el mercado libre se transaba al término del gobierno de la
Democracia Cristiana a 20 escudos por dólar. En el mes de agosto recién pasado llegaba
a los 2.500 escudos por dólar, o sea, una devaluación de más o menos el 12.000 por
ciento.
Todos los índices de productividad habían bajado: Industrialmente en más de
un 7 por ciento; en la agricultura cerca del 23 por ciento y en la minería
aproximadamente en un 30 por ciento. Rubros tan fundamentales como el trigo bajó su
producción de 14 millones de quintales término medio en los seis años anteriores, a
menos de 8 millones. Muchos institutos de investigación afirman que a menos de 6
millones. La quiebra era total.
Ahora cabe preguntar: ¿Era la Democracia Cristiana fascista o golpista por el
hecho de haber denunciado esta política económica que llevó al país a la inflación
desatada, al envilecimiento de la moneda, a la paralización productiva, al mercado
negro, a la escasez y al hambre?
Los que con tanta ligereza hablan sobre Chile deberían venir y recorrer las
poblaciones periféricas, los campos y las ciudades y preguntar cómo era necesario hasta
diez horas de colas para conseguir 1/4 de litro de aceite, cuando se conseguía, o un kilo
de pan, cuando se conseguía, o medio kilo de azúcar, cuando se conseguía.
¿Hay alguna democracia que resista estas tasas de inflación, la escasez y el
mercado negro?¿Es fascismo y golpismo denunciarlo?
¿Acaso el deber de un partido político es silenciar estos hechos?
Ellos eran democráticos cuando atacaban sin tregua un gobierno DC que jamás
cometió errores. En cambio la Democracia Cristiana, ¿era fascista por el sólo hecho de
defender el derecho a vivir dentro de nuestra Patria y antidemocrática porque no se
hacía cómplice del descalabro, de la corrupción, de la inmoralidad y del desastre
comprobado por quien quisiera venir al país y constatar lo que sucedía?
Sin embargo con la misma falsedad con que en el exterior se decía que el
ensayo político era una vía legal hacia el socialismo, se daban pretextos para justificar
este fracaso, que repetían algunos diarios de renombre universal.
Estos fueron los argumentos principales que se esgrimieron para justificar el
fracaso.
El primero, que las compañías norteamericanas expulsadas del país estaban
dificultando las ventas del cobre. Efectivamente una compañía cometió la torpeza de
iniciar un juicio de embargo respecto a una partida de cobre, que la Democracia
Cristiana por supuesto condenó. Pero es necesario ver la realidad. El embargo afectó
una partida de cobre cuyo valor era de dos millones de dólares en una venta anual de
600 millones de dólares o más. Por otra parte, el embargo no se llevó a efecto porque
los Tribunales franceses no acogieron la demanda de la compañía. ¿Puede decirse que
ésta es la razón para explicar el fracaso?
La segunda es el bloqueo económico, cuyas características no se precisaron y
que sólo podría traducirse en imposibilidad de vender productos, lo que nunca ocurrió o
la imposibilidad de obtener créditos, lo que tampoco ocurrió, pues con cifras dadas por
el propio gobierno anterior ante el Club de París, el Fondo Monetario y otros
organismos se prueba que el gobierno de la Unidad Popular dispuso de más créditos y
endeudó al país más que ningún otro en la historia de Chile en tan breve plazo.
El otro argumento es que éste era el costo de la revolución y del avance social.
Esto habría sido verdadero si hubieran recibido un país estagnado. No es así.
Recibieron un país en pleno proceso de transformación social y en plena marcha las
reformas tributarias, educacional, agraria, la nacionalización de las riquezas básicas, al
igual que activos planes de salud, construcción de escuelas y viviendas.
La Unidad Popular, con el voto unánime del Congreso, nacionalizó el 49 por
ciento del cobre, ya que el 51 había sido nacionalizado en el gobierno de la Democracia
Cristiana.
Inició un acelerado proceso de estatización de industrias. La Democracia
Cristiana no estuvo en contra de este proceso, sólo exigió que se hiciera dentro de la ley,
fijando los límites del área social y privada. Nada de eso se obtuvo, pues se siguió el
proceso saltándose la ley y muchas veces con atropellos, asaltos y violencia.Pero la más grave fue el tremendo fracaso del área estatizada. Se dijo que el
gobierno financiaría el desarrollo económico con las utilidades de las empresas cuyo
control tomaría el Estado. El año 1973 estas empresas perdieron más de 150 mil
millones de escudos. Si se considera que el presupuesto nacional era una cifra
equivalente, se medirá la magnitud del fracaso.
Es también efectivo que aceleraron al extremo la reforma agraria iniciada por la
Democracia Cristiana, pero quisieron convertir toda la agricultura en haciendas estatales
colectivas, lo que fue resistido por el campesinado. Se eliminó a los técnicos, se
desorganizó toda la infraestructura, y en vez de respetar la ley, se asaltaron las
propiedades y las ocuparon con gente que muchas veces no eran campesinos. Estas
fueron, entre otras, las causas del fracaso agrícola.
Ostensiblemente disminuyó la construcción de viviendas y de escuelas. Basta
decir que en tres años no se construyeron ni 300 escuelas, mientras el gobierno de la DC
construyó 3.600.
Estos son hechos.
Un último aspecto que creemos necesario destacar, ya que no podemos
referirnos a todo, lo constituye el clima de odio y violencia que reinaba en el país. Toda
crítica, toda observación, era contestada con las injurias más violentas para quienes
tenían la audacia de señalar los errores.
El Partido Socialista y el Partido Comunista crearon organizaciones armadas.
Los Socialistas la llamaron “Elmo Catalán” y los Comunistas constituyeron la
tristemente célebre brigada “Ramona Parra”.
Se constituyeron, asimismo, los llamados “cordones industriales”, que
rodeaban las ciudades en forma estratégica; y como consecuencia de la escasez, se
organizó el racionamiento sobre la base de organismos políticos que empadronaron a
los habitantes para ejercer el control sobre la vida de la población.
Como consecuencia de todo esto murieron cerca de cien personas y hubo
innumerables heridos.
Así murió el ex Vicepresidente de la República y uno de los fundadores del
PDC, don Edmundo Pérez Zujovic, vilmente asesinado al salir de su casa por los
miembros de una organización extremista. Los tres asesinos habían sido detenidos al
final del gobierno de la Democracia Cristiana por haber perpetrado asaltos a mano
armada y condenados por los Tribunales de Justicia a varios años de prisión.
El primer acto del gobierno de la Unidad Popular fue dejar en libertad a estos
detenidos por actos ilegales y entre ellos los tres que causaron la muerte de ese dirigente
democratacristiano. Al indultarlos, el Presidente Allende justificó su acto llamándolos
“jóvenes idealistas”.También murieron víctimas de esta violencia varios dirigentes juveniles de la
DC y quedaron centenares de heridos.
Cuando los obreros del cobre en huelga buscaron refugio en el local central del
Partido fueron atacados y hubo que instalar una posta de auxilios que en el día atendió,
según información oficial del PDC, a más de 700 personas con heridas de toda especie,
entre ellas 120 de carácter grave. Ese día el presidente Aylwin y otros dirigentes, entre
ellos yo mismo, estábamos en el local del Partido y pudimos ser testigos de lo que
ocurría.
Estas son las razones por las cuales el Partido Demócrata Cristiano estuvo en la
oposición, oposición que progresivamente se hizo más dura por efecto de los abusos
cada vez más graves que se cometían.
La posición del PDC en esta materia es intachable. Pasando por encima de su
interés político inmediato nunca rehuyó buscar soluciones para el país. Esto es tan claro
que incluso se criticó acerbamente al partido por aceptar el diálogo.
Cada vez que el Presidente de la República deseó conversar con la directiva, a
pesar de las reiteradas veces que ésta fue engañada, no se negó a hacerlo para que no se
quebrara el régimen democrático. De eso hay constancia en las declaraciones de los
presidentes del Partido, señores Renán Fuentealba y Patricio Aylwin.
Cuando el conjunto de los obispos chilenos hizo un llamado para salvar la paz
y evitar el conflicto y pidió un diálogo entre los hombres de buena voluntad, el
Presidente del PDC aceptó hacerlo y planteó públicamente algunas bases para ello, que
en último término significaban como condición básica volver al respeto de la
Constitución y la ley.
Todo esto que afirmo está en documentos públicos aparecidos en la prensa y
difundidos por la radio y la TV. El Presidente de la República aceptó en principio
nuestro planteamiento, para después rechazarlo. A fines de agosto, a pesar de que estas
conversaciones terminaron por la imposibilidad total de que el Gobierno aceptara los
planteamientos del Partido – que eran extremadamente moderados, vistas las
circunstancias – nuevamente hubo una reunión en la cual el Presidente de la República,
como lo ha dejado establecido el señor Aylwin, no presentó una sola base de
entendimiento, afirmación nunca rebatida.
La directiva del Partido llegó a la convicción de que exclusivamente se estaba
ganando tiempo para preparar el control total del poder por parte de la Unidad Popular y
acelerar su aparato paramilitar y el reparto de armas.
Nadie puede, pues, decir que la Democracia Cristiana no agotó los
procedimientos para llegar a un acuerdo. Jamás se le hizo una proposición seria. Nunca
el Presidente ofreció una fórmula de gobierno. Al revés, señaló que sería imposible elingreso de la DC al Gabinete por la oposición socialista y de los partidos integrantes de
la Unidad Popular.
Las Fuerzas Armadas, llamadas por la propia UP, aceptaron por tres veces en
estos años integrar gabinetes ministeriales. Los partidos de la Unidad Popular, después
de hacer profesión durante 40 años de antagonismo hacia las instituciones armadas,
fueron precisamente los que trataron de mezclarlas en política, a pesar de su reiterada
voluntad de no aceptar. Su presencia no logró modificar las líneas de acción gubernativa
para evitar la catástrofe que se advertía venir.
Pocos días antes del 11 de septiembre, advirtiendo la directiva de la DC la
gravedad de la situación convocó a los jefes provinciales del Partido de todo el país,
quienes por unanimidad recomendaron como supremo arbitrio que los senadores y
diputados de la DC presentaran las renuncias a sus cargos sobre la base de que el
gobierno llamara a un plebiscito y se sometiera a sus consecuencias para buscar así una
salida democrática al poder. Esto fue aceptado por la directiva y los parlamentarios, que
hicieron pública su decisión de renunciar. La proposición de un plebiscito fue siempre
rechazada, pues si obtuvieron el 43 por ciento en marzo del 73, después la situación se
degradó con gran rapidez, en especial porque se hizo ya perceptible el caos económico y
político.
Yo pregunto: ¿Puede un Partido hacer mayor esfuerzo y un mayor sacrificio,
siendo mayoritario en ambas ramas del Congreso en una elección reciente en que tuvo
que soportar el embate y la violencia del gobierno, que ofrecer pública y
responsablemente la renuncia de sus parlamentarios con el fin de buscar una salida
democrática para el país?.
Esta es la realidad. Por eso la Democracia Cristiana chilena puede decir ante el
mundo que una vez más dio un ejemplo de honradez democrática y de lealtad con sus
principios.
Un análisis objetivo de los hechos revela que la razón fundamental de que esta
vieja democracia haya sufrido este embate fue el gobierno de la Unidad Popular, porque
llevó al país a una situación que ninguno puede resistir y aún es admirable la solidez de
la democracia chilena que resistió tanto.
Surge de todo esto una reflexión básica.
¿Por qué lo ocurrido en Chile ha producido un impacto tan desproporcionado a
la importancia del país, su población, ubicación y fuerza? ¿Por qué la reacción de la
Unión Soviética ha sido de tal manera violenta y extremada? ¿Por qué el comunismo
mundial ha lanzado esta campaña para juzgar lo ocurrido en Chile y para atacar a la
Democracia Cristiana?
La razón es muy clara.Su caída ha significado un golpe grave para el comunismo en el mundo. La
combinación de Cuba con Chile, con sus 4.500 kms. de costa en el Pacífico y con su
influencia intelectual y política en América Latina era un paso decisivo en el control de
este hemisferio. Por eso su reacción ha sido tan violenta y desproporcionada.
Este país les servía de base de operación para todo el continente. Pero no es
sólo esto. Esta gigantesca campaña publicitaria tiende a esconder un hecho básico: El
fracaso de una política que habían presentado como modelo en el mundo.
¿Cómo explicar que esta experiencia que mostraban como camino a otros
partidos democráticos y al socialismo europeo haya conducido a un país organizado y
libre a tan terrible catástrofe económica y política, haya producido tal desesperación en
las Fuerzas Armadas y en el pueblo chileno – pues éstas jamás podrían haber actuado sin
la aquiescencia de la mayoría – hayan quebrado una tradición tan larga y tan honrosa
que constituía nuestro orgullo?
Toneladas de propaganda no borrarán un hecho: Llevaron a un país de ejemplar
vida democrática al fracaso económico y al derrumbe de sus instituciones. Su esquema
doctrinario y práctico era erróneo y su conducción desastrosa.
Tres días antes del 11 de septiembre, el Presidente de la República dijo al país:
“Nos queda harina para tres días”. Se acababa hasta el pan. No había sucedido jamás.
Eso es lo que no se quiere analizar. Mejor dicho, se quiere ocultar.
Los socialistas europeos, democráticos y pluralistas, se sienten obligados a
respaldar un partido que proclamaba su desprecio a la legalidad y como objetivo la
revolución armada y violenta. Si no se quieren ver los hechos ni los documentos, al
menos podrían leer con atención las críticas que formulara a este partido por su
extremismo el propio Partido Comunista, que varias veces lo llamó a la cordura.
El otro hecho que la Democracia Cristiana debe analizar es el problema de las
comunicaciones. No hay ninguna duda de que el caso chileno es un buen ejemplo de
cómo un intenso aparataje de propaganda es capaz de presentar las mayores falsedades
y convertirlas en realidad.
Ya eso venía ocurriendo desde el comienzo del régimen, que como otros
similares, no se limitaba en cuanto a gastos de propaganda.
Pero lo ocurrido después del 11 de septiembre es algo inverosímil para los
chilenos.
Fueron miles los que escucharon decir a la Radio de Moscú que habían muerto
700 mil personas, en dos días. Otros hablaban de 30.000 y que corrían ríos de sangre en
Santiago.
Para nosotros una sola vida humana no tiene precio. No decimos esto por
disminuir la tragedia a que el país fue llevado, pero según nuestras informaciones, los
muertos no llegarían a dos mil, lo que es bien diferente a tan burdas mentiras.Entre las miles de falsedades que se propalaron: Murieron 35 parlamentarios.
Falso. Ninguno. Fue asesinado Neruda. Falso y ridículo. Todos los órganos de
publicidad le rindieron homenaje como a nadie en muchos años y en el edificio del
Congreso Nacional la bandera se izó a media hasta en señal de duelo.
Se destruyó el Hospital Barros Luco, el mayor de Chile. No hay un solo
hospital destruido ni dañado en la más mínima parte. En el Hospital Barros Luco no hay
ni un vidrio quebrado.
A qué seguir. Son cientos de ejemplos.
No ha faltado un programa de televisión en Europa que presentó como señales
de bombardeo vistas del anterior terremoto.
Pedimos una sola cosa: Vengan a ver lo que decimos. Tenemos derecho a
pedirlo a nuestros amigos. Así lo hizo el señor Bruno Heck, dirigente de la DCU, quien
pudo comprobar la verdad.
Que vengan a ver si hay alguna casa bombardeada en alguna población. En
todo Chile sólo dos, por desgracia: La Moneda y la casa residencial de los Presidentes,
adquirida en el gobierno de la Unidad Popular.
Que vengan a ver si hay una industria o centro minero donde haya caído una
sola bomba.
Nosotros no somos parte del actual gobierno. No defenderemos los errores que
se cometan, inevitables algunos, en una situación tan terriblemente difícil.
Pero tampoco podemos aceptar que la mentira se transforme en un sistema,
mientras se ocultan las causas de una situación para encubrir la responsabilidad de
quienes arruinaron y destruyeron la democracia chilena.
¿Cómo se explica que quienes invadieron Hungría y Checoslovaquia, que
ahora mismo silencian o procesan a científicos, poetas y escritores, que no admiten
ninguna crítica, ni la sombra de una libertad de información, pretendan dar lección de
democracia a Chile y a este Partido?.
Además de escandaloso, es ridículo.
Alaban y mantienen relaciones con Cuba, con miles de muertos, y después de
12 años, aún con miles de presos políticos.
¡No son ellos los que pueden enseñarnos a los democratacristianos y a Chile lo
que es la democracia!
Y lo que es aún peor. Sectores, es cierto minoritarios, en la propia Democracia
Cristiana o en el mundo democrático, se dejan influenciar por esta propaganda o bien le
hacen eco para ganar posiciones políticas y recibir el título de “izquierdistas”.
Pobre destino el de esos grupos: Serán utilizados, primero, o servirán de puente
para debilitar a nuestros partidos.La posición popular, de avanzada y de justicia que sustenta la Democracia
Cristiana es tan sólida que no puede admitir este verdadero “chantage” político. Y nadie
puede darnos lecciones de amor a la libertad y la democracia.
Somos realmente pluralistas y estamos dispuestos a concertar acciones con
otras fuerzas políticas, pero no podemos hacerlo bajo un signo de permanente debilidad
o sometimiento.
Cada partido en esto es soberano. Somos los primeros en respetar sus
decisiones y comprender que es imposible juzgar desde fuera los condicionamientos de
cada situación.
Creemos, sí, que para poder formular una opinión, lo primero que debe existir
es respeto y solidaridad y la confianza necesaria en el testimonio de quienes han estado
vinculados durante una vida por comunes ideales y la evidencia de haberlos servido con
inquebrantable lealtad.
En esto sin duda el comunismo mundial nos da una permanente lección.
Señor Presidente, éste es a nuestro juicio el proceso de lo ocurrido en Chile.
Naturalmente surge ahora la gran interrogante de cuál es el porvenir. A este
respecto, es la directiva oficial del partido la que dará una opinión autorizada.
Sin embargo, no puedo dejar de dar la mía propia, que he confrontado con un
gran número de democratacristianos. A mi entender, Chile afronta un período en
extremo difícil y duro. Yo diría tal vez el más difícil de la historia. El desastre
económico no se conocía en su verdadera magnitud. Reorganizar desde sus bases todo
el aparato productivo, hacer renacer la agricultura, renovar la maquinaria, detener la
hiperinflación, etc., será una tarea que exigirá enormes sacrificios.
Por otra parte, más de la mitad de las armas no se encuentran aún, hecho cuya
trascendencia es fácil de apreciar.
Desde luego nuestro partido no integra el gobierno, como ya lo he dicho. El
gobierno está formado enteramente por las Fuerzas Armadas y era difícil, por no decir
imposible, que así no fuera.
Todos los chilenos, o al menos la inmensa mayoría, estamos vitalmente
interesados en que se restablezca rápidamente la democracia en Chile. Y para esto es
necesario que el país salga del caos y, en consecuencia, que el gobierno actual tenga
éxito.
Las Fuerzas Armadas – estamos convencidos – no actuaron por ambición. Más
aún, se resistieron largamente a hacerlo. Su fracaso ahora sería el fracaso del país y nos
precipitaría en un callejón sin salida. Por eso los chilenos, en su inmensa mayoría, más
allá de toda consideración partidista, quieren ayudar, porque creen que ésta es la
condición para que se restablezca la paz y la libertad en Chile. Cuanto más pronto se
destierre el odio y se recupere económicamente el país, más rápida será la salida.La Democracia Cristiana está haciendo, a mi juicio, lo que está en su mano en
esta perspectiva, sin renunciar a ninguno de sus valores y principios, siendo en este
instante sus objetivos más fundamentales:
– Pleno respecto a los derechos humanos
– Pleno respeto a las legítimas conquistas de los trabajadores y campesinos.
– Vuelta a la plenitud democrática.
Sabemos que esto no es fácil. La situación entera no es fácil. Y por eso mismo
debemos actuar con la mayor responsabilidad.
Señor Presidente: Excúseme usted lo extenso de esta comunicación, pero ello
se justifica por la importancia del problema que trata y por la forma como se ha
distorsionado la verdad.
Por desgracia, los innumerables documentos y actuaciones de la Democracia
Cristiana durante estos tres años no fueron dados a conocer en Europa. Esto justifica la
extensión de mi carta.
Quiero terminar diciéndole en esta ocasión que recuerdo dos hechos de mi viaje
a Europa de 1971. En esa oportunidad un gobernante europeo me dijo que nuestro país
estaba perdido y agregó textualmente: “Cuando el comunismo agarra, nunca suelta”.
Poco después un alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su país
manifestó que el caso chileno era un caso perdido.
A ambos les dije que estaban equivocados, porque si bien Chile quería un
avanzado proceso de transformación social, jamás aceptaría un régimen totalitario. Los
dos me miraron con esa benevolencia con la que se trata a un visitante ingenuo.
Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile saldría
adelante, puedo afirmar hoy que, a pesar de lo duro y doloroso que pueda ser el
esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar una lección de democracia y de
libertad.
Y en esa tarea está empeñado este país, y la Democracia Cristiana una vez más
desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su historia y es su porvenir.
Saluda con la mayor atención al señor Presidente.
Eduardo Frei Montalva