Por: Roberto Mayorga Rodolfo Marcone Carlos Villarroel

¡Paz y bien!
¿Estamos conscientes de que en Navidad celebramos el nacimiento de
Jesús de Nazaret?
Como un extranjero Jesús nace sin casa, en una fría noche del invierno
de la Galilea de hace más de dos milenios. Nace pobre, humillado y
perseguido. Nace del vientre de una adolescente. Nace en condiciones
de pobreza y exclusión. Nace como tantos y tantas de nuestros tiempos.
Nos concentramos en graves cuestiones coyunturales que todos
conocemos, que no podemos obviar, con gran parte de la humanidad
viviendo en la indigencia, material y espiritual, en la violencia, la
inseguridad y en guerras fratricidas.
El milagro de ese Jesús pobre y excluido está en su presencia entre
nosotros, en todas esas atrocidades, alrededor de todos los continentes
de la tierra.
La idea de que el mismo Dios se encarne en la fragilidad humana,
sometido al devenir social, cultural y político, es la significación de la
presencia de Jesús entre nosotros.
El mundo de Jesús era dominado por Roma y la cultura Helénica. Ambas
potencias de fuertes vínculos con dioses de contextura humana. Dioses
enfrascados en luchas mitológicas, ninguno pobre ni humillado.
La presencia de Jesús como un niño sin casa rompe el esquema de esos
dioses helénicos y romanos que dominaban el mundo de Jesús.
La pregunta hoy para nosotros, ¿qué esquema rompe Jesús en estos
momentos de incertidumbre del devenir humano? Quizás rompe el
sueño ambicioso por el poder y el dinero, de la supremacía de la técnica
por sobre la persona, de la idolatría del Estado o del mercado. Cada
quién saque sus propias conclusiones.
Jesús con su humanidad excluida y fragilizada al extremo nos muestra la
infinita posibilidad de la vida, nos quiere decir que el hecho de nacer en
esta tierra es el “gran milagro” y qué desde ese acontecimiento, el amor
es el fundamento de toda encarnación.
Jesús nace en un pesebre, lugar donde se guardan animales. Nace en la
condición vital de los seres de la tierra, en una igualdad que nos indica
su dependencia al ecosistema de la naturaleza.
Así, Jesús es un niño más en un pesebre y en medio de los demás
animales terrestres.
La sociedad no lo acogió esa noche, pero si su madre y padre, y los
animales del pesebre dieron su calor. Que hermosa enseñanza en
momentos donde la vida en la tierra peligra por causa del orgullo,
violencia y soberbia humanos.
El niño Jesús es el espíritu de la paz y el amor entre nosotros y entre
nosotros y la naturaleza.
Emulando un refrán atribuido a Charles Dickens: “Honraré la Navidad en
mi corazón y procuraré conservarla todo el año”.