Por Roberto Mayorga Lorca
AbogadoEl problema es que, en el actual escenario Trump ha declarado la guerra comercial no solo a China, sino a todo el sistema económico internacional. La Trampa de Tucídides exige con cierta urgencia una estrategia común de los gobiernos.
La guerra comercial declarada recientemente por Trump, que éste ha alardeado como un día histórico que la humanidad recordará, nos retrotrae a la tesis denominada la Trampa de Tucídides.Graham Allison, en su libro “Destined for War” nos señala que Tucídides, ilustre historiador ateniense, vislumbró a raíz de la guerra del Peloponeso que, si una potencia dominante se ve amenazada por otra emergente, es probable un desenlace bélico como ocurrió entre Esparta y Atenas.
Según investigaciones realizadas en la Universidad de Harvard de dieciséis situaciones similares en los últimos 500 años, sólo en cuatro no habría estallado la guerra, influyendo en algunas lo que se denomina “Mutually Assured Destruction”, como en el conflicto EE.UU.-Unión Soviética en los sesenta, en que no existió una confrontación bélica por el mutuo temor a la destrucción nuclear masiva de ambos contendientes.
Graham Allison, director del Centro Belfer de Harvard, planteaba ya en su tesis del 2017, en relación con el creciente enfrentamiento entre los Estados Unidos y la República Popular China, que una cuestión definitoria del orden mundial para las actuales generaciones será si ambas potencias podrán evitar caer en la trampa de Tucídides. En el pasado, subraya, cuando las partes evitaron la guerra se requirió de ajustes enormes y dolorosos en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado.
El problema es que, en el actual escenario Trump ha declarado la guerra comercial no solo a China, sino a todo el sistema económico internacional, afectando entre las naciones del mundo incluso a los principales aliados de los EE.UU.
Paralelamente, se suma a esa guerra comercial un desconocimiento y desacato a la institucionalidad jurídica internacional también por parte de los EE.UU. Asimismo, de otras naciones como, China, Rusia, Corea del Norte, Israel, Irán y recientemente, Hungría.
La Trampa de Tucídides genera lo que Allison llama “fenómeno espejo”, esto es, un síndrome en la potencia tradicionalmente dominante versus un síndrome en la potencia ascendente, que exacerba las ambiciones de hegemonía en esta segunda y de inseguridad y vulnerabilidad en la primera, pudiendo desembocar en reacciones irracionales, a partir de hechos aparentemente intrascendentes, pero a veces intencionalmente provocados y que pueden gatillar una confrontación global.
El embajador Alfredo Labbé, en un exhaustivo y documentado ensayo publicado el 2020 en el número 135 de la Revista Política y Estrategia, analiza los hechos que circundaron el asesinato del archiduque de Austria Francisco Fernando en Sarajevo en junio de 1914, que un mes después terminó por desencadenar la primera guerra mundial entre naciones recelosas unas de otras.
El escenario internacional es hoy tremendamente contradictorio desde el momento en que el poderío económico de China, que al tratarse de una dictadura comunista descansa en lineamientos de un modelo de mercado, históricamente sustentado por los Estados Unidos. Ciertamente Trump argumenta que la utilización del mercado por parte de China ha sido abusiva, recurriendo a su poderío para subsidiar deslealmente sus empresas, eludiendo el principio de reciprocidad que exige la libre competencia.
En esta nueva baraja internacional, el dilema para los principales aliados de los Estados Unidos en Asia -como Japón, Corea del Sur, Filipinas, Tailandia, Singapur, Australia en Oceanía, gran parte de las naciones europeas y otras en África y Latinoamérica- es que tienen a China como su principal socio comercial, de la cual dependen económicamente, lo que los obliga a equilibrarse entre posiciones políticas, por una parte, e intereses mercantiles y financieros por otro lado.
Lo que se puede advertir claramente es que los objetivos de ambas súper potencias avanzan en direcciones encontradas, que las alejan de la cooperación y las encaminan a la colisión. La intensificación de las tensiones va más allá de las personalidades de Trump y de Xi, reproduciéndose la tesis de Allison, en el sentido de obedecer a los hondos síndromes de dominancia y ascendencia antes descritos, que han ido emergiendo desde sus gobernantes, pero proyectándose gradualmente en importantes sectores de sus respectivas poblaciones.
Los efectos de la declarada guerra económica, a pesar del descalabro que puede causarle a la propia población estadounidense en materia de inflación, recesión y cesantía, pueden constituir para Trump un instrumento para afianzarse en el poder, sobre todo de agudizarse las tensiones bélicas. Estará por verse si, apelando a razones de seguridad nacional y que la Constitución americana no lo permita, intente extender su mandato por un tercer o cuarto período, destruyendo siglos de democracia americana. Y, siguiendo la lógica de la Trampa de Tucídides, una respuesta similar imperaría en Beijing para consolidar al Partido Comunista ilimitadamente en el poder.
El día histórico anunciado por Trump -miércoles 2 de abril 2025- ha implicado así el abandono de la política y la diplomacia en las negociaciones internacionales, con un quiebre profundo de las confianzas, con graves y precarias condiciones para la seguridad y paz mundial.
En palabras de Carl Von Clausewitz, ¿será la guerra la continuación de la política, por otros medios?
De hecho, las naciones más gravitantes del orbe han anunciado incrementos inusuales de sus presupuestos en defensa, incluso con disposición a abandonar acuerdos de restricción nuclear imperantes por décadas. La humanidad se sitúa una vez más ante lo irracional, con el agravante de que ante el temor de ser derrotados o el delirio de imponerse a cualquier precio, que mentes insanas puedan recurrir a destrucciones masivas, como ocurrió en Hiroshima y Nagasaki.
Ante estas inexorables tensiones bélicas que amenazan la vida y trastocan lo económico, lo político, lo ecológico, lo cultural, ¿qué les cabe a países como el nuestro?
El ex Presidente Ricardo Lagos Escobar, injustamente denostado y que sería un gran líder en la hora presente, en una columna de fines de enero del 2021, con notable cosmovisión planteaba la siguiente interrogante: ¿Cómo nos articularemos con otras naciones para resistir las presiones de alineamientos ligados a los polos de poder dominantes en la geopolítica? Enunciaba al respecto lo que él denominó “multipertenencia con independencia”, esto es, convenir entre las naciones del orbe una estrategia que no implique abanderizarse con ninguna de las dos potencias en conflicto. En efecto, aisladamente no tenemos capacidad alguna para situarnos con autoridad frente a esas potencias.
En resumen, la Trampa de Tucídides exige con cierta urgencia una estrategia común de los gobiernos. En nuestro caso de Latinoamérica, lamentablemente muy escondidos ideológicamente, no sólo para enfrentar el quiebre del sistema económico y jurídico internacional, sino que, de agudizarse las tensiones bélicas, para preverlas y proceder adecuadamente. En caso contrario, podremos, unos tras otros, ser fácil presa de las presiones de alineamiento a que se refiere el exmandatario chileno, con imprevisibles consecuencias para un futuro independiente y soberano de cada una de nuestras naciones.








