Por primera vez en muchos años no hay ningún latinoamericano o latinoamericana encabezando una agencia de Naciones Unidas. El Foro Económico Mundial cerró su capítulo de América Latina. Desde 2015 que no se realiza la Cumbre América Latina-Unión Europea. Suma y sigue. El paso de la región de la periferia a la marginalidad diplomática continúa a pasos agigantados.
El que desde hacía una década no se realizase una cumbre diplomática sudamericana no está desvinculado de lo anterior. ¿Quién quiere relacionarse con gobiernos que viven peleando entre sí y son incapaces de coordinarse aun en emergencias en que se va la vida de sus pueblos, como la pandemia del Covid-19?
Así, uno habría pensado que la reciente Cumbre Sudamericana en Brasilia, convocada por el Presidente Lula, habría concitado no solo interés, sino que amplia cobertura y sido vista como el inicio de una nueva etapa en la inserción de América Latina en el mundo. Presumiblemente, a ningún gobierno, de izquierda o derecha, le debería interesar que la región siga dividida y marginada como lo ha estado en la última década. Ello no es bueno para nadie.
Sin embargo, la respuesta ha sido la inversa. Por increíble que parezca, el hecho de reunir a once presidentes sudamericanos y no excluir al de Venezuela, ha gatillado un coro de críticas. La propuesta anterior de revivir Unasur ha despertado fuerte oposición en algunos sectores, tanto así que los participantes en la cumbre tuvieron que desmentir que Unasur estuviese en la agenda en Brasilia.