Es un hecho sabido que en San Felipe, Los Andes y Llay Llay por nombrar las principales ciudades del valle de Aconcagua, que en los meses de noviembre a febrero de cada año, deben convivir con temperaturas que van entre los 34 y 36 grados. Es decir, 2 o 3 grados más que los que deben soportar los santiaguinos.
Lo anterior se tradujo en que las actividades del comercio comenzaran – en la mayoría de los locales y tiendas – se iniciara con casi media hora de retraso en relación con los horarios normales. Los locales donde se vendían refrescos, helados y bebidas se vieron frecuentados por innumerables clientes deseosos de refrescarse. Igualmente las fuentes de agua se vieron llenas de niños y niñas que buscaban escapar del calor. La ropa ligera – en hombres y mujeres – también ayudó a los aconcagüinos a capear el agobiante calor de fines del verano, que este año se prolongó hasta la llegada del otoño.