Durante los últimos dos meses, diversas encuestas de opinión
señalaron que la gente estaba mayoritariamente a favor de la opción
Rechazo al proyecto de nueva Constitución elaborado por la
Convención Constituyente.
Muchas personas, en todo caso, tenían legítimas reservas sobre lo
señalado por las encuestas y prefirieron esperar el día 4 de
septiembre para conocer realmente la opinión del pueblo sobre el texto
de nueva Constitución.
El resultado del plebiscito confirmó lo señalado por las encuestas: la
gente voto por la opción Rechazo. El resultado de un 62% por el
Rechazo y un 38 % para la opción Apruebo, marcó el fin del
proyecto de nueva Constitución. El triunfo de la opción Rechazo
se debe, en gran medida, al hecho de que influyentes personeros
de la Centro izquierda le dieron su respaldo. Y también, a
Amarillos por Chile cuyo aporte fue insustituible.
Ahora corresponde que el Presidente de la República (otro gran
derrotado por haberse jugado por la opción Apruebo) y el
Congreso Nacional establezcan un sistema destinado a elaborar
un nuevo texto de Carta Magna que busque el bien común, el
desarrollo del país y que sea realmente “la casa de todos”.
Será este un gran desafío, pues el nuevo texto deberá buscar la unión
de los chilenos y no su división. Deberá también permitir abordar los
enormes problemas del país, sobre todo en materia de violencia,
salud, vivienda y educación.
La clase política, de todos los sectores, de izquierda, centro y derecha
deberán demostrar generosidad y empatía. Hay que dejar atrás el odio
y la revancha que primaron en el texto rechazado por la ciudadanía.

Si una lección puede sacarse del resultado del 4 de septiembre es que
es necesario superar la división que desde hace años vive la sociedad
chilena. Ello, por cuanto, todos los chilenos sin distinción de ninguna
especie, son necesarios en la muy noble tarea de crear un país
moderno y desarrollado, único camino que permitirá que los sectores
más vulnerables de nuestro país puedan tener la esperanza de que su
situación cambiará para mejor.
El texto rechazado vendió la idea de que todos iban a tener una mejor
salud, acceso a la educación y una vivienda digna. Olvidaron esos
constituyentes algo que los economistas nos recuerdan
permanentemente: que para repartir bienes, hay que crearlos.
Los constituyentes se olvidaron del desarrollo económico y solo
establecieron derechos y más derechos. Olvidaron que sin desarrollo
económico esos derechos pasan a ser teóricos. Prometer el cielo en
la tierra es una venta de humo, si el país no logra crear una
economía sólida y moderna.