Por Jorge Varela
Analista Politico
Mientras se acerca el domingo 16 de noviembre fecha en que tendrá lugar
la primera vuelta de la elección presidencial, día en que los ciudadanos del
país deberán elegir además 155 diputados y 23 senadores, comienza a
despejarse el horizonte para algunas candidaturas y a oscurecerse el cielo
para otras. Este artículo expondrá -de paso- la situación de riesgo en que
se encuentran algunas en su afán por ocupar la primera magistratura e
indicará el estado de la órbita en torno a la cual gira esa democracia que
les espera para que la defiendan y no la abandonen a traición.
Dos mujeres, un camino
Dos mujeres, una de izquierda oficialista -continuista desteñida- y otra de
derecha opositora al gobierno de Gabriel Boric, aspiran al cargo supremo.
La primera es Jeannette Jara, quien en su condición de postulante
comunista se ha encontrado en la ruta con serios escollos internos –
imprevistos- que han perjudicado el ritmo de su carrera, haciéndola
trastabillar, desnudando características que la muestran como si fuera una
novata inexperta que sin proponérselo quizás, ha estremecido la
verticalidad y disciplina del sector duro de la nomenclatura hegemónica de
su partido. La idea de los viejos jerarcas consistía en que Jeannette
entretuviera a la calle, se desplazara como trompo bailarín seductor y
distractor, pero que no conquistara con sus desplazamientos social-
demócratas y cabriolas individuales a todos los electores transeúntes. Los
únicos manipuladores privilegiados de la única “lienza” instrumental son
ellos. Solo los jerarcas ponen la partitura, la letra y los intérpretes; los
demás deben acatar, sin apartarse de la pauta. Con razón algunos
analistas sostienen que el Partido Comunista no estaría interesado en
ganar la presidencia para una de sus camaradas en el próximo cuatrienio
(marzo 2026 – marzo 2030).
A su turno Evelyn Matthei, -la candidata de oposición-, tampoco ha tenido
mejor destino. Representa a una derecha extenuada, confusa, sin claridad,
con demasiadas contradicciones, que reniega de un pasado que la
persigue y la cubre de sombras y temores, en que hasta el término
“renovación” identificatorio de uno de los partidos que la apoya, parece
más una carga que un atributo de esperanza y optimismo. Después del
segundo gobierno de Sebastián Piñera, este sector de derecha suave –
según se publicita engañosamente- no ha tenido una travesía tranquila.
Cada día su dirigencia despierta inquieta y nerviosa después de haber sido
remecida por largas pesadillas, temiendo nuevos y mayores sobresaltos.
El plantel de los seis
Junto a estas dos destacadas féminas un plantel heterogéneo de seis
hombres intenta llegar a La Moneda, con atributos polémicos y
posibilidades de éxito muy diferentes. Tratándose de algunos en particular,
es sinuoso someterlos a un examen genético básico que determine la
identidad y naturaleza de sus cromosomas, si estos son de izquierda, de
derecha o mixtos; y analizar sus mutaciones, variaciones y secuencias.
Cuatro personajes del sexteto son perseverantes conocidos a quienes les
apasiona la aventura política -la disfrutan- y hasta renacen cuando huelen
el perfume esquivo del poder, obsesión que podría perjudicarles ante la
opinión pública, aunque en casos anteriores los más insistentes lograron
vencer resistencias y ganaron por cansancio al electorado que terminó por
aceptarlos. Salvador Allende es un ejemplo señero de porfía histórica;
otros son Arturo Alessandri y Carlos Ibáñez. A veces, la consigna favorita
dice que: es mejor ser demonio conocido que demonio por conocer.
Del plantel mencionado sobresalen de acuerdo a las encuestas del
momento, dos postulantes que representan posiciones claras y definitivas
de derecha; un tercero es de centro-derecha; en tanto que de los tres
restantes, uno debuta como figura de contornos no suficientemente
definidos y dos adscriben a ideas de izquierda trasnochada con énfasis
diverso.
Democracia y rutina
Todo este preámbulo lato y aburrido tiene por finalidad provocar
reflexiones en aquel elector que estando obligado a sufragar, todavía no
ha decidido por cuál candidato optar. Es lo que puede calificarse como el
efecto tardío -además de “efecto hastío-” que acompaña a la democracia
convertida en rutina ineficaz, en un arquetipo sin sentido para el
desencantado. ¿En qué consiste lo que podría denominarse “la
democracia de la rutina”? ¿Podemos definirla?
Humberto Giannini, -uno de nuestros filósofos más destacados-, precisa
que la palabra ‘rutina’ proviene de “ruta” -tal vez de rota (rueda)-, “de la
ruta que vuelve a hacerse día día, un trazado circular que regresa siempre
a su punto de origen”. Un destino inseparable del rodar rutinario. El término
toma un tinte existencial, como “el camino construido sobre un entramado
de normas,…que nos aseguran la llegada a nuestro destino”. “La rutina es
normativa, legalista, reglamentaria, por lo que concierne a la naturaleza y a
la sociedad y es esta actitud la que le permite marcar su derrotero con una
reincidencia perfecta”. (“La reflexión cotidiana, Hacia una arqueología de la
experiencia”, Editorial Universitaria, Santiago, 1987)
¿Estamos entonces, ante una democracia entendida como sistema de
convivencia de características rutinarias?, ¿o ante una forma de gobierno
que es propia de individuos rutinarios? Giannini al referirse a “la
experiencia común”, escribió que “es un tema que interesa a la cuestión
dramática de la convivencia, y de ahí, directamente, a una filosofía política
y a una teoría de la democracia”. Se trata de un asunto trascendente que
supera las aspiraciones temporales de estos ocho candidatos que corren
ansiosos en procura de alcanzar su meta.








