Me imagino estará contenta con la publicación del Diario Oficial que crea
por decreto la Comisión Asesora contra la Desinformación. Hace tiempo
que venimos escuchándola muy preocupada por el tema.

La Comisión la comandará el Ministerio de Ciencias y eso pareciera darle una cierta
legitimidad. Llama la atención que sea el Ministerio de Ciencia que asuma la
tarea de dirigir una Comisión que prepara informes sobre la desinformación.
¿Es para darle más seriedad a la misma? Usted, que es parte de una
generación criada en tiempos de sospecha y sobre todo de sospecha ante
el poder, tendrá que permitirme que sospeche de eso y de que esta
comisión haya sido creada, además, por decreto. ¿Por qué por decreto y no
a partir de un amplio acuerdo y conversación con todos los sectores
políticos para no generar las legítimas suspicacias que una iniciativa como
esta inevitablemente provocará?.
Desde que leí la noticia, no he podido dejar de pensar, en el Ministerio de la
Verdad, de la novela “1984” de Georges Orwell.  Discúlpeme la paronia
alimentada por esta novela distópica de un hombre que se convirtió en un
profeta de nuestro tiempo y en un defensor acérrimo de la libertad. Usted
me dirá que estoy exagerando. Pero es que es difícil, ministra, que no se
enciendan las alarmas.
En primer lugar, y perdóneme por la franqueza, voy a referirme no al
mensaje (el decreto que crea la Comisión) sino al mensajero, es decir,
usted. ¿No es paradójico -por decir lo menos- que la principal
impulsora de una Comisión contra la desinformación sea militante de
uno de los últimos partidos Comunistas que quedan en el
mundo? ¿Tiene acaso alguna autoridad moral alguien que milita en un
partido así para denunciar el mal uso de la información y la propaganda
nociva y mentirosa?
En la mayoría de los regímenes comunistas -regímenes que su partido ha
apoyado o justificado- la desinformación es una política de estado: esos
regímenes funcionan en base a la desinformación sistemática o la
información sesgada. Es una experticia en desinformación la que han
desarrollado en cada uno de los países donde imperan: piense en Cuba,
donde sólo circula un pasquín oficial, el Granma, y no hay más diarios
donde uno pueda informarse objetivamente.
Piense en Venezuela, con un dictador -Maduro- que ha usado todos los
resortes y excusas para asfixiar y matar la libertad de los medios de
comunicación. Sí, Maduro, el mismo al que han ido en procesión a visitar y
a elogiar disciplinados militantes del partido en el que usted milita.
No puedo olvidar, además, que usted subió a twitter, antes de ser ministra,
la imagen de Lenin el día de su cumpleaños. Lo colocó en un especie de
altar personal. Me llamó la atención entonces que alguien, una mujer joven,
en pleno siglo XXI le soplara las velas del cumpleaños a Lenin, uno de los
arquitectos intelectuales de la máquina de aniquilación de la libertad
humana más siniestras de la historia. Lenin fue alguien que reflexionó
mucho sobre la importancia central de la comunicación y la propaganda.
Esa preocupación está en el corazón de la reflexión y acción política de
Lenin. Me imagino que usted ha leído esas reflexiones: en el Partido
Comunista se estudia a fondo el pensamiento leninista y ese pensamiento
sigue marcando las tácticas y estrategias de un partido que ha demostrado
especial interés en los medios de comunicación. Es de los pocos partidos,
por lo demás, que tienen una radio y un periódico.
Pregunta:¿aceptarán esos medios partidistas someterse al escrutinio
de esta Comisión? En ese caso, lo pasarían muy mal, porque no es
precisamente ahí donde un lector debe ir a buscar información objetiva y no
sesgada. Yo por lo menos no me suscribiría a “El Siglo” para estar bien
informado.
Tal vez estoy siendo injusto con usted, y tal vez también usted ha
evolucionado y hoy es crítica de los dogmas que ayer abrazó. Si es así,
enhorabuena, pero sería necesario que lo declarara públicamente. Por
ahora sólo conocemos a una impecable ministra (en su bien hablar, en su
prudencia en general, en sus declaraciones, alguien que ha hecho bastante
bien su trabajo) pero que es a la vez militante de un partido de nombre y
afinidades totalitarias.
Hablemos de desinformación.  Todos sabemos el intenso trabajo
desarrollado por su partido y otras fuerzas de la izquierda radical en las
redes sociales durante el estallido social, la experticia en diseminar fake-
news. ¿Habría sido posible ese estallido sin la política de desinformación
masiva que terminó por imponer un relato maniqueo que, incluso, contaminó
a periodistas e intelectuales que terminaron por justificar o glorificar la
violencia octubrista a partir de desinformaciones presentadas como
verdades? ¿Recuerda, señora ministra, -por ejemplo- el centro de tortura
que supuestamente funcionaba en la Estación Baquedano? Y ese es solo
un botón de muestra: ¡Ahí sí que habría tenido trabajo una Comisión de
Desinformación como la que se acaba de crear!
Que esta Comisión haya sido creada por decreto muestra que el Gobierno
está apurado y ansioso con abordar este tema.  Después del resultado del
plebiscito del 4 de septiembre pasado, la mayoría de los voceros de la
opción derrotada atribuyeron a las “fake news”, la causa de la derrota, no a
los problemas de la Convención, ni que al texto no representara a la
mayoría de los chilenos. Cuando pierdo, la culpa la tienen las “fake
news”; cuando gano, es la voluntad genuina y consciente del pueblo.
Seguramente, muchos de ellos seguirán pensando que las críticas a este
Gobierno son todas “fake news”: que las desprolijidades y errores cometidos
todos los días en casi todas las áreas del gobierno son en realidad
desinformaciones. Sería bueno saber si, por ejemplo, en materias como
esta, esta Comisión intervendrá con sus “informes”. Valdría la pena aclararlo
desde ya.
Claro que existen fake news, vivimos en la era de la sobreabundancia
de ellas y por supuesto que son un enemigo potencial de la
democracia. Y son los extremos populistas los que más abusan de ellas
para generar caos, desinformación y confusión en la población. Pero todos
los bandos las usan en las sucias batallas digitales, no sólo los del bando
contrario a “mis” ideas, como suelen creerlo siempre los fanáticos de
cualquier signo. Pero no creo que una Comisión creada por decreto vaya a
ser la mejor solución para enfrentar ese mal de nuestras democracias. Que
haya sido creada por decreto, ya la debilita moral y políticamente.
Me parece, además, señora ministra, que lo primero que hay que hacer
para combatir la desinformación es promover a fondo la transparencia. Por
ejemplo, que el Gobierno, de inmediato, informe cuántos millones han sido
entregados a fundaciones a lo largo del país para posible uso político. Un
Estado opaco es el primer problema que debiera abordar una cruzada
contra la desinformación. Tal vez se debiera partir por ahí: hacer efectivas
las leyes sobre la Transparencia antes que crear comisiones: la comisionitis
puede convertirse en una enfermedad que, en vez de solucionar los
problemas, los agrave.
Espero que todo esto que le estoy expresando, mi preocupación por los
posibles peligros contra la libertad de expresión que se levantan como
fantasmas por la creación de esta Comisión contra la desinformación, quede
sólo en el nivel de las alarmas. Nunca serán demasiadas las alarmas -por
exageradas que puedan parecer- para evitar que lo que han vivido otros
pueblos hermanos de nuestro continente se pueda repetir.
Y una pregunta al terminar esta carta, señora ministra: ¿Una carta como
esta podría ser considerada en el futuro, por la Comisión por usted creada,
como una “desinformación”? ¿Quiénes y cómo podrían decidir esto y
usando que herramientas de análisis?. Le dejo esa inquietud.