Jorge Varela
Analista político

¿Cómo abrir un espacio amplio en el mundo contemporáneo para que el
humanismo cristiano crezca y desarrolle sus potencialidades y atributos? ¿Es
posible reunir a los seguidores de la Iglesia católica y a los integrantes del Estado
en torno a una cultura común, sin que sus correspondientes institucionalidades,
sus esferas de acción, resulten sacrificadas? En tiempos de secularismo este
propósito pareciera alejarse. Pensemos entonces, en algo más que una maqueta
conceptual genérica, pensemos en el humanismo cristiano como esencia real.
Cómo llevar la civilización al futuro.

El humanista cristiano tiene que insertarse en el mundo al que pertenece, abrir su
conciencia para ‘llevar la civilización al futuro’, aportar su energía espiritual y su
esperanza. “La cultura del humanismo cristiano es aquella en la que prevalece la
vitalidad intelectual”, junto a la realidad del espíritu, razón para que su dimensión
teológica no excluya el libre albedrío de la voluntad de cada persona. “El hecho de
que el humanismo cristiano pueda florecer solo en un espíritu pluralista y
voluntarista no es necesariamente una debilidad”, ha sostenido el profesor y crítico
literario estadounidense Lee Oser. (ensayo “El humanismo cristiano y el medio
radical”, “Law & Liberty”, 5 de noviembre de 2021,
Catolicismo y ateísmo
¿Entre el catolicismo y el materialismo ateo es posible consolidar un ámbito
fructífero común?, ¿sin afectar la relación entre la fe y la razón?, ¿sin romper el
vínculo entre fe y acción?
Si nuestra civilización quiere salir de la postración que la agobia, debe hacerlo sin
adoptar posturas frágiles ni implementar soluciones sesgadas, fragmentarias o
meramente cosméticas. “Debe permitir que la Iglesia y El Estado cooperen sin
sacrificar su integridad institucional”. (“El humanismo cristiano y el medio radical”)
Sabiduría y trabajo duro son algunos de los ingredientes de esta receta virtuosa.
Desde el área conformada por movimientos y grupos de creyentes donde el
humanismo cristiano subsiste con dificultades, -pero no ha muerto-, se continúa
laborando para fortalecer el vínculo entre la espiritualidad y la vida concreta de las
personas, y se emprenden acciones contra la pobreza de aquellos que no tienen
cupo en la mesa grande de las carencias.
En este empeño, algunos procuran concordar la fe religiosa con ese afán de
cambio radical derivado del contagio con fuentes doctrinarias heterodoxas o
teologías liberacionistas sujetas a interpretaciones que generan controversias y
disidencias en el seno de la Iglesia. Una de ellas es la conocida teología de la
liberación vinculada a círculos de la Iglesia católica latinoamericana, movimiento
que postula una fe comprometida con la defensa de los pobres y la transformación
de la realidad política y social, promoviendo el reemplazo de las estructuras
tradicionales mediante métodos contrarios a la paz y armonía.
Un retorno complejo al humanismo tomista
¿Es posible proyectar y construir una sociedad política laica enraizada en los
valores de la cultura católica, específicamente en los principios del denominado
humanismo cristiano? La pregunta tiene sentido. Observe que en América Latina
subsisten partidos políticos desvencijados que se fundaron precisamente para
impulsar este ideario y que con el transcurso del tiempo extraviaron su rumbo bajo
la conducción de dirigencias atiborradas de seres sin convicción, miserables de
espíritu, volubles vitalicios.
La fuerte influencia cristiana-tomista de Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y
otros que partiera en la década de 1930, comenzó a desvanecerse a partir de los
años sesenta, dando lugar a corrientes de naturaleza materialista, existencialistas
y marxistas distantes de lo teológico, centradas esencialmente en lo
antropocéntrico. ¿Serán éstas últimas el indicio de un tipo de progresismo que
rechaza cualquier idea humanista fundada en una dimensión mayor, diferente a la
terrenal?
El rector y articulista Carlos Peña, -quien suele responder y escribir en tono
académico altisonante desde su sitial-, ha dicho que el Partido Demócrata
Cristiano “ha perdido todo sentido en la sociedad contemporánea”. Según él, la
Democracia Cristiana “languidece porque nació como una tercera vía frente al
capitalismo y al comunismo, y ese dilema, aunque hoy se lo quiera revivir…no
tiene sentido”. “Ni la nueva cristiandad, ni el comunitarismo poseen un lugar en la
cultura contemporánea. Ese es el problema de la DC”. (entrevista en “Ex-Ante”, 26
de julio de 2025)
Filosofía del humanismo encarnacional
Nótese que ni siquiera se ha hecho mención al “humanismo encarnacional”
planteado por el filósofo germano-canadiense Jens Zimmermann, quien propone
un pensamiento filosófico cultural que combina el humanismo moderno con el
humanismo cristiano basado en la encarnación, en un intento por unirlo con el
concepto de comunión, de eucaristía: una encarnación que redefine a la
humanidad como una realidad espiritual, no solo material. Imaginaos el rostro de
aquellos intelectuales y políticos que postulan un humanismo de signo opuesto al
de Zimmermann.
Hacia una sociedad de la solidaridad cristiana
Hoy la gran tarea de quienes se denominan humanistas cristianos consiste en
recuperar terreno en todos los ámbitos de la actual sociedad de carácter secular
avanzado, demostrando con hechos concretos cómo se construye una sociedad
de naturaleza laica, participativa, plural, pero fundada en los valores de la
solidaridad cristiana. Para que esta se consolide es necesario avanzar en
dirección contraria a esas teologías políticas radicales centradas en utopías
materialistas estrictamente antropocéntricas, utopías vacías de energía espiritual.