¿Estamos frente a un proceso de descomposición de la sociedad?
¿Estamos ante una relajación de las costumbres, ante una corrupción
en aumento, ante un estado de depredación imputable a grupos de
voraces, ante una degeneración ideológica, ante una degradación
moral del sistema democrático, ante la obscenidad de políticos sin
pudor, o ante la autodestrucción del sistema? ¿Qué piensa usted?
Por mi parte no tengo dudas, estamos ante un conjuro de realidades
malignas que ni siquiera Dante Alighieri presintió cuando estuvo
frente a las puertas del infierno.
Nutrientes descompuestos
¿Qué ocurrió para que llegáramos a este estado de degradación
avanzada? ¿Con qué nutrientes ideológicos descompuestos nos han
alimentado durante décadas? ¿Quiénes son hoy los nuevos
alimentantes perversos? ¿En qué ‘cocinerías’ malolientes preparan
su oferta de platos rancios e indigestos? Sabemos que continúan
redactando papers en centros de estudios, organismos no
gubernamentales (ONG), organismos internacionales, embajadas,
instituciones estatales, sin sufrir pellejerías, provistos de recursos
sobreabundantes.
Esto que nos afecta es algo más que una simple ‘decadencia de largo
arrastre’. Aquí se produjo un cúmulo de acciones dolosas recientes.
De modo que no nos vengan con aquel relato mentiroso de que sumenú programático es una receta milagrosa de justicia, igualdad y
libertad para todos y que siempre han anhelado lo mejor. A otro
rebaño de necios con sus patrañas, volteretas y estilo envolvente. A
veces se puede engañar un tiempo a los ciudadanos, pero no se
debiera pellizcar sus párpados caídos todos los días, ni excitar sus
papilas gustativas. Es demasiado burlesco y peligroso.
Voracidad y excesos
Luego de arribar al Palacio de gobierno casi por azar, -un recinto
ingrato donde el fracaso pareciera estar incrustado en los muros-,
sus inquilinos más novatos comenzaron a percatarse que para
gobernar no era suficiente tener apetito y ganas. En paréntesis, si de
comer se trata hay que mantener un mínimo de compostura y buenos
modales para que la voracidad y los excesos no se perciban. Muestra
cómo comes y te dirán quién eres. En este aspecto, el ‘escándalo
Fundaciones’ (o Convenios) es tremendamente significativo, como
ejemplo simbólico de gestión angurrienta y corrupta.
Corrupción o muerte
La corrupción, esa ruta ancha predilecta de seres amorales con
poder, ambiciosos e insaciables (casos Democracia Viva,
ProCultura, Audio), también se encuentra abierta -como posibilidad
alternativa- para que algunas personas en situación de miseria
material transiten por ella y sientan que al hacerlo, están
recuperando derechos inexistentes y que son iguales a quienes
ocupan sitios de privilegio, de autoridad o poder. Para estos
habitantes de sectores excluidos del progreso sus opciones reales de
vida se extienden a otras especialidades: saqueo de locales
comerciales, portonazos, robo de vehículos de alta gama, secuestros
express, actividades vinculadas al narcotráfico, prostitución demenores, asesinatos por encargo y violencia criminal. El dilema de
muchos jóvenes que viven en condición de abandono y sin apoyo es
por desgracia solo uno: ¡corrupción o muerte!
La necesidad es más fuerte en el bajo. Así las cosas, no hay que sorprenderse del
Comportamiento antisocial de quienes sobreviven en el bajo, -enterrados desde su
nacimiento, siguiendo el destino de sus padres y abuelos-, si a partir
de carencias materiales, afectivas, cognitivas y valóricas, incurren
en delitos. La mayoría de aquellos que están metidos en la droga, no
lo hace por haber fumado alguna ideología tóxica, de esas funestas;
lo hace urgido por necesidades apremiantes, de esas que no han sido
resueltas.
Déficit de coraje en lo alto
Distinto es el caso de un ministro, un subsecretario, un funcionario
público de rango superior. Estos pueden zafar fácilmente de una
acusación de desempeño fraudulento, de un delito contra los
intereses económicos del Estado, de una acción u omisión grave e
irresponsable, de un incumplimiento de deberes, entre otras
circunstancias porque el déficit de coraje en la plaza es tan grande
que ni siquiera se les exige que asuman la responsabilidad
administrativa y política correspondiente al cargo que ejercen. Por
supuesto, la renuncia voluntaria no forma parte del arsenal ético de
decisiones. Cuando un personaje se resiste a renunciar en una
situación como la descrita, debiera reflexionar en el daño que le
hace al cuerpo social con su actitud, y ponderar cómo se rebaja a sí
mismo en su exigua dignidad.