Algo está ocurriendo con la merluza austral. Se trata de un pez que
abunda en los mares del sur de Chile y que secado en sal es vendido
en la zona central del país como bacalao. Su porte y turgencia
supera a la popular merluza, también conocida por el nombre de
‘pescá’, (pescada o merluza común), un ejemplar que antes se
consumía con frecuencia en los hogares santiaguinos,
particularmente en aquellos más humildes. A orillas del río
Mapocho se podía comer contundentes y sabrosos sandwiches de
marraqueta (pan batido) con pescá frita. Hoy el tamaño y volumen
de ésta (igual que en el caso de los jureles) se ha reducido de forma
apreciable.
A ambas merluzas les ha salido competencia. Muchos paladares y
bolsillos prefieren la reineta, la corvina, la albacora, la palometa, la
sierra, la vieja, el salmón, el lenguado, el congrio. el atún, el jurel;
ocurre que, a medida que las embarcaciones se adentran en aguas
más cálidas, -cercanas al trópico de Capricornio-, aumenta la
variedad de peces.
Si en el sur la merluza austral goza de preferencia, en el norte la
albacora de Iquique, el lenguado de Coquimbo y el congrio de Taltal
se llevan los honores gastronómicos. Hasta los camaradas
comunistas se lucen preparando y degustando un reconstituyente
caldillo de congrio, según una receta del poeta y jerarca rojo Pablo
Neruda, cada vez que comienza un nuevo año.
No a la captura de la merluza austral
Volvamos a la merluza, especie que además estuvo en el primer
plano informativo hace más de dos años, gracias al comentario de
un periodista español que llamó ‘merluzo’ al Presidente. Pues bien,
este recurso que se ha tornado escaso ha sido objeto de vedas
biológicas por parte de la autoridad, la cual suele determinar cuotas
anuales de extracción en zonas asignadas y establecer períodos de
captura. Es así como una de las campañas del Servicio Nacional de
Pesca (Sernapesca) se denominó: “Paremos el merluzeo”,
(septiembre de 2015). Una medida similar se siguió adoptando
durante el mes señalado en los años siguientes. El tema es que estas
vedas de corto aliento se han focalizado en la merluza común y hoy
es necesario regular con mayor severidad la extracción de la
merluza austral, cuya pesquería es una de las trece más
sobreexplotadas en Chile. ¿Por qué continuar favoreciendo su
extracción y comercialización en beneficio de países y empresas que
están arrasando con dicho recurso?, ¿por qué no ha existido un
manejo que obedezca a una política ecológica y económica
compatible y supeditada al legítimo interés nacional?, son preguntas
que están vivas y necesitan repuestas serias y no comprometidas con
intereses ocultos u oscuros. Aunque parezca ironía o consigna:
“Paremos el merluzeo”, no solo por un lapso breve de 30 días cada
año. ¡Hagámoslo con convicción e ímpetu!
Una indicación estrambótica
Quizás ello explique el apasionado impulso primario-ambientalista
de carácter irracional-estrambótico que movió a un parlamentario
gobiernista a plantear la discusión de una enmienda orientada a
reformar la Ley de Pesca, proponiendo la siguiente norma: “El
Estado establecerá los mecanismos necesarios para garantizar el
correcto manejo de los recursos hidrobiológicos sintientes en la
pesca industrial. En todo momento se deberá respetar el estado
físico y mental del animal, por lo que estará estrictamente prohibido
generarles estrés y dolor innecesario, tratarlos de forma cruel, o
prolongar su agonía”.
Dicha indicación firmada por el diputado Jorge Brito del oficialista
Frente Amplio, era idéntica a una propuesta original de la ONG
vegetariana “Fundación Veg” que buscaba reducir el sufrimiento de
animales para el consumo humano, referida esencialmente a peces,
moluscos y crustáceos, ya que en el caso de los mamíferos está
prohibida su caza (cetáceos y pinnípedos).
En este caso estrambótico (ridículo) los autores de la idea luminosa
no consultaron a Neptuno (dios romano del mar) ni a Poseidón (de
la mitología griega). Pero, ¿por qué tendrían que pedir su venia y
consejos?, quienes forman parte de un sector ideológico-político
moralmente superior. Es que ni el universo está a salvo de sufrir los
excesos tragicómicos de tanta arrogancia intelectual.