Reseña:

«Esta es la historia de cómo los escoceses crearon los idea¬les básicos de la modernidad. Veremos cómo esos ideales transformaron la propia sociedad y cultura escocesa en el siglo dieciocho y cómo los escoceses los llevaron consigo a dondequiera que fueren. Obviamente, los escoceses no hicie¬ron todo solos; otras naciones —alemanes, franceses, ingle¬ses, italianos, rusos y muchos otros— aportaron ladrillos y cemento para construir el mundo moderno. Eso sí, serían los escoceses los que prepararían los planos y nos enseñarían cómo evaluar el producto final. Cuando miramos al mundo contemporáneo moldeado por la tecnología, el capitalismo, y la democracia moderna; y nos esforzamos en encontrar nuestro propio sitio en él, estamos de hecho mirando ese mundo a través del mismo lente que usaran los escoceses.
Tal toma de conciencia no se produciría fácilmente. Sir Walter Scott diría: «Soy un escocés; por lo tanto, tuve que imponerme para lograr un sitio en el mundo». La historia de Escocia en los siglos dieciocho y diecinueve es una historia de un triunfo logrado con mucho esfuerzo y gran sacrificio, de sangre derramada y vidas arruinadas, pero acompañada de grandes logros. En 1700 Escocia era el país independiente más pobre de Europa (Irlanda —más pobre— estaba, des¬pués de todo, gobernada por los ingleses, y Portugal era aún dueño de Brasil). Sin embargo, la historia de este pequeño y poco poblado país (con menos de dos millones de habi¬tantes), atrasado culturalmente, que lograra llegar a ser el motor del progreso moderno, no solo es desconocida; fami¬liarizarse con ella puede llevar a inspirar profundamente. Si buscas un monumento a los escoceses solo tienes que mirar a tu alrededor.