Arturo Palma,
Presidente de la Asociación de Empresas Familiares
Los recientes datos de inversión revelados por el Banco Central han generado
preocupación en el panorama económico chileno. La realidad es que la economía
del país está prácticamente estancada, arrastrando una década de bajo
rendimiento. Este estancamiento se refleja especialmente en la formación bruta de
capital fijo, que experimentó en el cuarto trimestre de 2023 su peor desempeño (-
5,7%) en tres años. En su último Informe de Política Monetaria el Banco Central
anticipa que la inversión disminuirá este año 2%, su segunda caída consecutiva.
La pérdida de competitividad de la economía chilena es uno de los principales
obstáculos al momento de explicar el letargo económico. A lo largo de los años, el
país ha retrocedido en los rankings de competitividad, lo que ha afectado
negativamente la percepción de los inversores tanto nacionales como extranjeros.
De acuerdo al ranking del IMD World Competitiveness Center de 2023 Chile ha
retrocedido desde 2005, cuando alcanzó su mejor posición comparable (lugar 19),
hasta la última edición donde aparecemos en el puesto 44.
Las reformas tributarias y laborales de los últimos años también han impactado
negativamente en el clima de inversión. Es fundamental revisar estas políticas
para incentivar la inversión y promover un ambiente empresarial más favorable.
Además, la seguridad, tanto en términos de seguridad física como jurídica, es
crucial para atraer inversiones sostenibles.
Los empresarios familiares pueden contribuir significativamente a mejorar estos
aspectos. Su arraigo en las comunidades les permite generar confianza, lo que
puede traducirse en un entorno más seguro y predecible para la inversión.
Asimismo, su capacidad de adaptación y flexibilidad les permite encontrar
oportunidades incluso en entornos desafiantes. Su compromiso con el desarrollo
sostenible y su capacidad para generar empleo y riqueza, las convierten en piezas
clave para revertir el panorama, un cambio en cuya continuidad están fuertemente
comprometidas las futuras generaciones.
Nada de esto resulta posible sin un marco regulatorio que promueva la inversión,
autoridades que fomentan un ambiente sano para los negocios y una
institucionalidad que dé garantías y certezas jurídicas a los inversionistas en un
contexto que fomente la asociatividad público-privada. Frases como “más Narbona
y menos Craig” no solo son inadecuadas, sino que revelan un profundo
desconocimiento del esfuerzo que hacen tanto los grandes empresarios familiares
como también los pequeños y medianos por arriesgar su capital, enfrentar los
múltiples riesgos inherentes a los negocios, mantenerse competitivos, formar
equipos que trasciendan en el tiempo y velar por el cuidado del medio ambiente,
entre otras múltiples tareas.
En Chile necesitamos más empresarios familiares que se la jueguen por invertir
acá. Tenemos que atraerlos, no tratarlos como si nos hicieran un favor. En un
mundo en que las inversiones escasean, los países que crecen buscan maneras
atractivas de ser elegibles para los inversionistas. Los Narbona, los Craig y todos
los demás.