La deuda pública de Japón ha llegado a límites insospechados. Comenzó a crecer
a comienzos de la década de 1990, cuando su economía reventó su burbuja
financiera e inmobiliaria.

Su deuda pública alcanzó los US$9,2 billones, es decir el 266% de su PIB, la más
alta entre las principales economías. En 1991, ese ratio era solo del 39%.
En Estados Unidos, por ejemplo, la deuda pública llegó a los US$31 billones, pero
dado el tamaño de la primera potencia del mundo, este cantidad solo equivale al
98% de su PIB.

Cuál es la razón del crecimiento: El país lleva décadas impulsando el gasto
interno para mantener su economía en marcha.
Sus ciudadanos y empresas, que juegan un papel clave en el crecimiento
económico, son extremadamente reacios a consumir y el estado a menudo se ve
obligado a gastar por ellos.
Los ahorros privados son enormes y la inversión es débil, lo que implica una
debilidad crónica de la demanda”, “Esto a su vez requiere de estímulos del
gobierno”.”Una de las causas de este problema es la demografía de Japón. Su población es
muy longeva”, lo que aumenta los costos de la seguridad social y la atención
médica del Estado, explica.

Esto hace que los jubilados tengan mucha incertidumbre sobre su futuro y
prefieran ahorrar.”Se espera que el envejecimiento de la población que sustenta esta
situación continúe durante mucho tiempo”, añade.
Pero pese a esta gran deuda pública, los inversores internacionales siguen confiando
en el país y cada año le prestan dinero a través de compras de su deuda.
Pero a partir de ese momento, la tasa de crecimiento de la economía empezó a
caer drásticamente, lo que redujo los ingresos del Estado, al tiempo que las
circunstancias obligaban a aumentar el gasto.
Al llegar la década de los 2000, su deuda ya superaba el 100% y en 2010 ya se
había duplicado otra vez.
La tercera economía del mundo mantuvo una senda de estímulos que solo en las
últimas décadas se vio amplificada con eventos como la Gran Recesión de 2008,
el terremoto y posterior tsunami de Fukushima en 2011, y más recientemente la
pandemia de Covid de 2020-2021.

Para amortiguar el impacto de estos eventos y mantener el presupuesto anual en
capítulos como educación, sanidad o defensa, Japón, como casi todos los países
del mundo, vende bonos que financian su gasto.
Es decir, coloca su deuda en los mercados internacionales con la promesa
de devolverla al inversor en su totalidad más un pequeño beneficio.

Estable y atractiva
Los inversores prestan entonces su dinero al país, sobre todo los más
conservadores que ven en esos títulos un lugar seguro para colocar su dinero.
“Además de la rentabilidad que se obtiene, los bonos de los países desarrollados
tienen una alta liquidez y pueden usarse fácilmente como garantía para
préstamos”, añade Tashiro.
Sin embargo, con niveles de deuda que equivalen a alrededor de dos veces y
media el tamaño de su economía, es fácil pensar que el gobierno tendría
dificultades para pagar esa gigantesca cifra.
La razón de que la deuda de Japón haya sido sostenible en el tiempo y que el país
no haya caído en “default”, explican los expertos, es que ha conseguido mantener
la rentabilidad de los bonos del gobierno muy baja -pagar poco a los inversores-
y muy alta la confianza de los mercados.
“Hay inversores que prefieren la estabilidad a la rentabilidad y por eso optan por
Japón para colocar sus exceso de ahorro”, le explicó el economista Shigeto Nagai
a la agencia AFP.

“Japón ha mantenido los tipos de interés extremadamente bajos. Aunque el nivel
de deuda es muy alto, el gobierno paga relativamente poco interés a sus
acreedores. Puede sostener una deuda alta indefinidamente”, dice Ken Kuttner,
profesor de Economía de la Universidad Williams College de Massachusetts.
La clave también reside en que la mayor parte de la deuda de Japón no está
denominada en moneda extranjera sino en yenes.
Esto hace que su banco central esté menos expuesto a las turbulencias de los
mercados internacionales.

De hecho, el 90% de la deuda está en manos de inversores japoneses.
“No hay tanta deuda japonesa en manos de extranjeros. Se situaba alrededor del
8% la última vez que lo comprobé. La mayor parte está en manos de instituciones
financieras japonesas y el Banco de Japón”, afirma Kuttner.
Lo que se consigue con esto es “esencialmente monetizar el déficit del gobierno”,
dice.

Así que el gobierno japonés vende bonos, que compra su banco central.
“Bajo la política “QE” (de estímulos), el Banco de Japón ha estado comprando
grandes cantidades de deuda pública para mantener bajas las tasas de interés a
largo plazo, lo que se supone que ayudará a estimular la economía”.
“En consecuencia, el gobierno no tiene que encontrar compradores en el sector
privado para toda la deuda que emite, y el poco interés que paga por la deuda

vuelve al gobierno. Esto es esencialmente monetizar el déficit del gobierno, lo que
normalmente conduce a una alta inflación; desconcertantemente, eso no ha
sucedido en Japón”, explica el profesor de economía.
Así que mientras en el resto del mundo los tipos de interés no han dejado de
subir, en Japón se mantienen bajos.
“Esto se debe fundamentalmente a la mentalidad de deflación todavía obstinada
de los hogares y las empresas privadas y a un alto grado de coordinación de
políticas entre el gobierno y el Banco de Japón”, explica David Kohl, economista
jefe de la firma de inversiones Julius Baer.