Pocas ciudades en el mundo pueden presumir de tener una historia a la altura de la de Jerusalén. La Ciudad Santa ha sido cuna de tres grandes religiones, ha atraído la mirada de gobernantes y emperadores a lo largo de los siglos y su apasionante legado ha sobrevivido al paso del tiempo.
El reino de David
Según la tradición judía, el rey David de Israel y Judá conquistó Jerusalén en el año 1004 a.C. y la convirtió en capital de su reino unificado. La historia de Jerusalén entró así en una etapa de esplendor que la llevaría siglos más tarde a convertirse en Ciudad Santa para musulmanes, judíos y cristianos.
El rey Salomón, hijo de David, amplió las murallas de la ciudad y construyó el gran Templo de Jerusalén, destinado a guardar la venerada Arca de la Alianza, que contenía las leyes que Yahvé entregó a Moisés en el Monte Sinaí.
Tras la destrucción del templo durante la invasión babilonia, se comenzó a construir un Segundo Templo en la actual Explanada de las Mezquitas que sería completado durante el reinado de Herodes el Grande.
Jerusalén ha sido 12 veces destruida, 20 veces sitiada y 50 veces capturada. Los ojos de todos los pueblos del mundo se han dirigido alguna vez a la Ciudad Santa, con recelo y admiración a partes iguales. Pero pocas ciudades del mundo son capaces de hacer frente a la apasionante historia que envuelve a Jerusalén, una ciudad nacida hace cinco mil años.
El origen de Jerusalén
Jerusalén es una de las ciudades más antiguas del mundo. Aunque la fundación de Jerusalén se remonta al año 1004 a.C., los restos hallados en las excavaciones arqueológicas de la zona revelan que el origen de Jerusalén es mucho más antiguo, y que los primeros asentamientos se produjeron en el milenio V a.C.
A pesar de que la mayoría de los objetos cerámicos expuestos en los museos de Jerusalén pertenecieron a tribus hebreas de Canaán, se cree que los primeros habitantes de la ciudad fueron los jebuseos, que bautizaron su nuevo hogar como Jebús.
Bajo el yugo romano
En el año 64 a.C., las tropas romanas de Pompeyo se lanzaron a la conquista de Jerusalén, que quedó anexionada al Imperio como Provincia de Judea. Gobernada por Herodes, Jerusalén extendió sus murallas embelleció sus calles, pero la paz no duró mucho.
Tan solo cien años después se desató la primera guerra judeo-romana, en el año 66 d.C. Las tropas del emperador Tito arrasaron Jerusalén, destruyeron el Segundo Templo y redujeron la ciudad a cenizas. Según el historiador Flavio Josefo, Jerusalén quedó tan destruida que era difícil imaginar que alguna vez hubiera estado habitada.
El único vestigio del venerado Templo de Salomón es el Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado del mundo para los judíos.
Etapas de dominación extranjera
Tras varias revueltas fallidas, Jerusalén pasó a formar parte del Imperio Bizantino, y llegó a ser una de sus cuatro sedes más importante. Los bizantinos expulsaron a los judíos e iniciaron la construcción del Santo Sepulcro en el año 326.
A principios del siglo VII, los árabes conquistaron Jerusalén y la religión predominante en la ciudad cambió una vez más. Los musulmanes levantaron una mezquita en la roca donde Mahoma ascendió a los cielos: la Cúpula de la Roca.
Tras cuatro siglos de dominación musulmana en Jerusalén, el Papa Urbano II anunció la Primera Cruzada, dispuesto a instaurar de nuevo el cristianismo en la Ciudad Santa. Jerusalén entró así en una etapa de disputas religiosas que culminó con la destrucción total de la ciudad, una vez más.
Los últimos en gobernar durante un largo periodo de tiempo en Jerusalén fueron los otomanos. El sultán Solimán el Magnífico reconstruyó las murallas de la Ciudad Vieja y selló la Puerta Dorada, por donde, según la tradición judía, entrará el Mesías para liberar Jerusalén.
El mandato británico
En la Primera Guerra Mundial, los ejércitos británicos asentados en Egipto avanzaron hacia Oriente, vencieron al ejército otomano y entraron en Jerusalén. La Ciudad Santa, enclavada dentro de Palestina, quedó bajo el mandato de los ingleses.
Las tensiones entre británicos, judíos y árabes fueron en aumento, provocando revueltas y peleas constantes que desembocan en una guerra abierta en 1948. La Sinagoga Hurva y otros edificios emblemáticos quedan reducidos a cenizas. En 1950, la ONU declara el Estado de Israel y Jerusalén se convierte en su capital.
La ciudad eternamente disputada
La importancia histórica y religiosa de Jerusalén no conoce fronteras, y lleva siendo su peor enemiga desde tiempos inmemorables. Las últimas disputas por conquistar Jerusalén han tenido lugar hace bien poco.
La Guerra de los Seis Días de 1967 enfrentó al Estado de Israel con sus vecinos árabes (Egipto, Jordania, Irak y Siria). Israel amplió las fronteras designadas por la ONU y ocupó Jerusalén. Desde entonces, Palestina reclama Jerusalén Este (y, por tanto, la Ciudad Vieja) como su capital. Israel, por su parte, considera Jerusalén como su capital eterna e indivisible, generando así un complicado conflicto.
Hoy en día, Jerusalén es un destino turístico tranquilo, con amplias medidas de seguridad que garantizan una normalidad prácticamente permanente.
Un destino turístico imparable
Jerusalén es una ciudad de contrastes. Pasear por Jerusalén permite disfrutar de tres culturas a la vez: en el zoco musulmán sentiréis los aromas y el bullicio de Arabia, en el barrio judío seréis testigos de las tradiciones hebreas más ancestrales y en los numerosos lugares santos presenciaréis la fe de los cristianos más devotos.
La historia de Jerusalén es su mayor atractivo, y es posible sentirla y recordarla en cada rincón de la Ciudad Santa.