La Carretera Austral es abrupta, vertiginosa, casi agresiva; asfaltada por momentos, de ripio, tierra y barro en su gran mayoría. Como un animal nocturno, se desliza entre fiordos y glaciares, volcanes y cordilleras, lagos con complejo de océano y ríos tan azules que competirían con cualquier playa de Filipinas. Mide 1240 kilómetros y es uno de los motivos por los que Chile podría ser el país más hermoso del planeta.

Existen dos Patagonias: una – la argentina – es plana, árida, casi infinita. La otra – la chilena – es violenta, dentada, rebosante de vida. Los Andes son los causantes de esta diferencia: a un lado, la pampa inmensa; al otro, la superficie irregular de un trozo de corteza terrestre que se arruga como un acordeón a golpe de erupciones volcánicas y terremotos. Y en medio de todo ese caos terráqueo, la Carretera Austral.

La Carretera Austral: el viaje de tu vida

Hasta aquel momento, la ciudad de Puerto Montt era el último punto del Chile continental al que llegaban las rutas. Desde allí ya solo se podía continuar en barco o dar un monumental rodeo por el país vecino y su pampa infinita. La Carretera Austral es una de las vías más extrañas del planeta. La culpa de todo la tiene la orografía chilena –un dolor de cabeza para cualquier ingeniero– con sus recovecos, sus fiordos, sus glaciares y sus volcanes.
Ya casi desde su inicio, a 50 kilómetros de Puerto Montt, la Austral tiene que renunciar a su trazado: uno de los tantos fiordos y brazos de mar que perforan la costa obliga a cambiar a un medio de transporte que ya se ha convertido en seña de identidad del sur chileno, el barco transbordador. Hasta cuatro cortes se producen durante el recorrido, obligando a camiones, autobuses, coches y peatones a avanzar al ritmo lento de las mareas.

Casi todos los accidentes geográficos de la Tierra se suceden a lo largo de su trazado.

Primero llegan los bosques de alerces milenarios –especies que pueden alcanzar hasta los 3.600 años– de los parques nacionales Alerce Andino y Hornopirén. Acotados entre fiordos, estos bosques son las primeras atracciones que el viajero austral encontrará durante el recorrido.
Los volcanes Michinmahuida, Chaitén, Corcovado y Melimoyu saludan al viajero recordándole que se encuentra en tierra salvaje y que allí el que manda es el planeta Tierra. Muy cerca de Chaitén se encuentra otro parque nacional, uno con una historia personal de filantropía: el parque Pumalín de Douglas Tompinks. Fundador de las marcas North Face y Esprit, centró su actividad en los deportes de aventura y fue en Chile donde encontró su jardín del Edén. Esto le llevó a dejar el mundo de los negocios y volcarse en la conservación y la ecología.

General Carrera, el lago con complejo de océano
Cuando se supera el lago Yelcho, poco después de la ciudad de Chaitén, aparecen los glaciares, a ambos lados de la carretera, encaramados a las montañas.

General Carrera, el lago con complejo de océano.

Ubicado cerca de la aldea de Puyuhuapi – fundada por colonos europeos, cuya mano se puede apreciar en la arquitectura local–, el Queulat es uno de los glaciares más espectaculares del mundo por su localización: encaramado a una cornisa, parte de su lengua “cuelga” de la montaña escupiendo el hielo derretido en dos imponentes cascadas.
Tras los glaciares, llega un poco de calma en la ruta. Coincidiendo con los tramos finales de asfalto de la Carretera Austral, la vía llega a Coyhaique, la última gran ciudad del camino. A partir de aquí, en pocos kilómetros comenzará el ripio –que continuará hasta el final de la ruta, en Villa O´Higgins– y un rosario de pueblos y aldeas desperdigadas entre lagos y montañas.
Montañas como Cerro Castillo, un pico prominente que guarda una brillante laguna cerca de su cima, y lagos como el increíble General Carrera, el lago que parece océano.

Ventisquero Colgante o Queulat

El ventisquero Colgante o Queulat, un glaciar con espíritu de escalador
El pueblo tehuelche – originario de la zona –llamó Chelenko, “aguas turbulentas” a este lago de 978 kilómetros cuadrados que produce olas de hasta tres metros gracias a los vientos patagónicos. Pero sus aguas encierran también varios tesoros de piedra. Puerto Río Tranquilo, a orillas del Chelenko, es uno de los puntos turísticos más importantes de la Carretera Austral. Lo es por dos motivos. El primero, por ser el punto de salida de las –muy– numerosas expediciones en barca que llevan a los turistas hasta las capillas de Mármol, un conjunto de cuevas excavadas en la superficie marmórea de las paredes del Chelenko. El segundo motivo es que Río Tranquilo es el lugar poblado más cercano a uno de los territorios más salvajes de la Patagonia chilena: el campo de hielo patagónico norte.

Las espectaculares capillas de mármol

Capillas de mármol

Se conoce como campo de hielo patagónico norte a una vasta extensión de hielo glaciar situada en la región chilena de Aysén. Un apelotonamiento de hielos milenarios de 4.200 km². que es conocido, por la presencia del ventisquero San Rafael, el glaciar a nivel del mar más cercano al ecuador. Es en este punto, a partir de Puerto Río Tranquilo, cuando la Carretera Austral pasa a una nueva fase de su trazado: la de escurrirse de la mejor forma posible entre los colosos montañosos del campo de hielo –al oeste– y la cordillera andina –al este–.

Puerto Río Tranquilo, en la región de Aysen
El rio Baker, nacido de las aguas turquesas del General Carrera – Chelenko, acompaña a la Carretera Austral durante los primeros kilómetros después de su nacimiento. Luego el Baker recibe al Nef como afluente, haciéndolo más caudaloso pero perdiendo en parte su azul virginal. Ubicado en el delta del Baker y rodeado de islas y fiordos, Caleta Tortel sobrevive a base de pasarelas de madera en un entorno donde saldría más a cuenta haber nacido con alas o con branquias.

Río Baker

El río Baker y su maravilloso color turquesa
Fundado en 1955, Caleta Tortel no supo lo que era un coche hasta el año 2003, momento en el que se construyó la conexión con la Carretera Austral. Hasta ese momento, todos los desplazamientos se hacían por aire y, sobre todo, por mar, conectando con las localidades de Puerto Montt (a dos días de navegación hacia el norte) y Puerto Natales (a casi tres días de navegación hacia el sur). Esa conexión marítima con Puerto Natales convierte Caleta Tortel en uno de los tres puntos clave de conexión del límite sur de la Carretera Austral.
Los otros dos son Puerto Yungay, el que fue durante décadas el final de la carretera Austral, y Villa O´Higgins, el ansiado punto final de todo viajero austral. Villa O´Higgins nació en 1966. Los pobladores de la zona, que durante décadas habían estado viviendo en un lugar sin nombre, se convirtieron en los fundadores de Villa O´Higgins, la ciudad que serviría para marcar la presencia de Chile, frente a las aspiraciones de Argentina.

Villa O’Higgins, el ansiado punto final de todo viajero austral
Villa O´Higgins salió de su aislamiento terrestre en 1999, cuando se finalizó el tramo de 111 kilómetros que lo unía con Puerto Yungay.
Villa O´Higgins es el lugar soñado para cualquier humano con ganas de aventura: rodeado de lagos y montañas y en los límites septentrionales del campo de hielo patagónico sur, la tercera extensión de hielos continentales más grande del mundo–tras la Antártida y Groenlandia–.

Villa O´Higgins

De esta gigantesca área de 350 kilómetros de longitud se desprenden un total de 49 glaciares, repartidos entre Chile y Argentina – entre los cuales se encuentra el conocido Perito Moreno, el mayor del hemisferio sur.
De Puerto Montt a Villa O´Higgins hay 1.240 kilómetros de recorrido por uno de los lugares más salvajes del planeta, construida entre volcanes y glaciares por una ruta que sueña con seguir creciendo para conectar con el auténtico límite sur del país – y del continente -: Puerto Williams, en isla Navarino, la nueva ciudad del fin del mundo.

Isla Navarino, la nueva ciudad del fin del mundo