La firma del decreto se realizó en el lugar conocido como “Las Piedras Paradas”.
Le dio el nombre de Santa Rosa en honor a Santa Rosa de Lima, primera santa
americana, y de Santa Rosa de Viterbo, patrona del convento franciscano de
Curimón.

Ambrosio O’Higgins se percató de la necesidad de que hubiera un núcleo urbano
que articulara el tráfico cordillerano y además sirviera de espacio de provisiones
para las actividades mineras de Río Colorado. La ciudad, en relación con estos
roles, se iba a constituir en un lugar de concentración de la dispersa y densa
sociedad rural de los alrededores.
Más tarde, el gobernador Gabriel de Avilés, realizó una repartición de solares
(parcelas) entre los vecinos y dispuso el trazado de la villa, obra para la cual
contrató al arquitecto Joaquín Toesca, que realizó el proyecto del Palacio de la
Moneda y la Catedral Metropolitana de Santiago.
El primer alcalde de la naciente ciudad fue don José Miguel de Villarroel y el
primer párroco fue el Presbítero Bernardo Barahona.
En el año 1798, el alcalde don José Ignacio Díaz Meneses elaboró el primer plano
de la villa, conformado por 64 manzanas. También presentó la solicitud para
formar el Partido de Los Andes, independiente del partido de Aconcagua, cuya
capital era San Felipe.
La ciudad se enmarca en el típico damero español, implementado desde el
siglo XVI en América, compuesto por 48 manzanas para la construcción de
viviendas, y una manzana central para instalar allí, la plaza principal.
Un plano de 1798 nos describe a la ciudad proyectada, como un primer proyecto
de organización del espacio para demarcar los solares de la ciudad. La fundación
de Los Andes fue moderna desde el inicio, como política estatal, en su diseño
racional equilibrado y como esfuerzo humano por la construcción futura
entendiendo la historia como progreso.
Hacia 1799 la ciudad contaba con 897 habitantes que habitaban en 63 casas de
teja y 54 ranchos, lo que correspondía a 117 solares ocupados de los 192
diseñados. Una pequeña aldea aún, pero que iría creciendo, gracias al tráfico
comercial entre Chile y la Provincia de Cuyo (Mendoza). Los viajeros y los
arrieros, necesitaban hospedajes, servicios y pertrechos que ya podían encontrase
en la villa de Los Andes. Dicen los historiadores, que a inicios del siglo XIX, más
del 32% de los hombres adultos de la Villa eran arrieros, demostrando la
importancia del tráfico internacional para Los Andes.
Hay que señalar, que en esa época el Camino de Cuyo (Mendoza) a Santiago
recorría el Valle Aconcagua por el sector del Portezuelo detrás del Cerro de la
Virgen. En el año 1792 se habilitó el camino en línea recta la Cuesta de
Chacabuco a Los Andes, por la Calle Larga, que sirvió para consolidar el
crecimiento de la villa y facilitar el tránsito entre la Villa y Santiago.
La ciudad siguió creciendo, y sus habitantes construyeron sus casas de adobe y
techo de tejas, eran casas en un piso que tenían grandes patios interiores; la plaza
era una explanada donde se realizaban las corridas de toros y se pregonaban los
bandos ciudadanos. En su entorno se construyó el cabildo, la parroquia, la cárcel y
varias tiendas comerciales. Vivían cerca, los vecinos más destacados.
En la época de la Independencia de Chile, pues después del Desastre de
Rancagua, la villa sirvió de apoyo a las tropas patriotas que huían a Mendoza, Hay
que destacar que la villa de Los Andes había colaborado con hombres para
integrar el ejército patriota y enfrentar a las tropas realistas.
En el año 1817, una parte del Ejército Libertador  que cruzó por el paso
de  Uspallata  al mando del coronel Juan Gregorio de Las Heras, tomó posesión de
Los Andes, liberándola de la autoridad realista (18 de enero de 1817). Luego,
camino hacia Curimón, donde se juntarían con las tropas, comandadas
por Bernardo O’Higgins y José de San Martín para seguir rumbo
a Chacabuco donde el 12 de febrero de 1817 vencieron sobre los realistas y
pudieron más tarde recuperar Santiago. Se iniciaba así, la independencia definitiva
de nuestro país.