Por Rafael Videla Eissmann
Historiador UC
Minche Mapu significa “tierra de abajo” en chilidugu o “lengua de Chile”. Existen, significativamente, registros sobre las incursiones de los habitantes del Chili Mapu o “tierra de Chile”, es decir, de la superficie, a ese mundo subterráneo habitado por otros hombres y por dioses –“espíritus” y pillanes–.
Una sucinta referencia a enormes cavidades labradas en el eje Altos de Vilches – El Enladrillado, en la Región del Maule en la zona centro-sur de Chile, me fue comunicada hacia 2005 por C. Berríos –quien tuvo conocimiento de las antiguas tradiciones iniciáticas de nuestra patria–.
En aquel mismo año la maestra Quinturay Raypán refería sobre las “ciudades subterráneas, bajo el desierto y en el interior de los volcanes” en Chile.
De igual forma, Miguel Serrano me comunicó un conjunto de ideas sobre el “mundo subterráneo” y las ‘entradas’ en el volcán sagrado Melimoyu y también en el cerro Santa Lucía o Huelén, en Santiago.
La misma idea en torno al Uku Pacha o “mundo de abajo” se haya en distintos puntos del antiguo Tahuantinsuyu –especialmente en el Cuzco, Saqsaywaman y la Zona X– y por cierto, en la tradición irradiada desde Tiahuanaco, la “metrópolis de los viracochas”.
De igual forma, se encuentra en la tradición comunicada por Tatunca Nara sobre los legendarios ugha mongulala, los dioses y las “ciudades subterráneas” de Akakor y Akahim en el Amazonas.
Mas, ¿cómo explicar la profusión de esta idea desde la más remota antigüedad en América? ¿Cómo comprender la concordancia de tradiciones sobre su significado e importancia en culturas y civilizaciones sin contacto alguno? La respuesta es evidente: Se trata de una realidad.
En el Chili Mapu el conocimiento del “mundo de abajo” y de sus habitantes –los nge-winkul y los “espíritus dueños de los volcanes”– fue preservado por los antiguos renü y algunos machi y transmitido ulteriormente a algunos círculos de iniciados.
Una clave fundamental de su naturaleza la otorga la presencia de la figura-símbolo del “hombre-león” u “hombre-felino” –el leontocéfalo– presente en todo el continente –y por cierto, más allá, en todo el mundo indogermano–.
Estas son fragmentarias resonancias del conocimiento de la Tierra Hueca –die hohle Erde– de donde emanan las bases de sabiduría de las culturas primigenias.