Un fantasma antidemocrático recorre Chile desde hace años, cuya manifestación
máxima, no solo fue la violencia insurreccional y la apología que la clase política y
los medios de comunicación hicieran de aquello, sino que principalmente, la
violación de la voluntad popular expresada en el plebiscite del 4 de septiembre de
2022.

La clase política, junto con poderes económicos, lo que conforma “La Oligarquía”
deciden no respetar los resultados del plebiscito mencionado, antes de su
realización y consolidando dicha violación pocos días después de haber sido
efectuado. La decisión de la oligarquía de violar la Constitución de la República
bajo la complicidad de todos los poderes del Estado y de instituciones relevantes
del mismo, obedece a la hegemonía de un sector político y social de hacer valer
una agenda antinacional y antipopular, cuyos ejes insisten en desmantelar el
Estado Nacional y consolidar un territorio de actores individuales orientados
políticamente por la ideología de género.
El compromiso político de la oligarquía con intereses transnacionales no se hace
esperar bajo el falaz argumento de lograr una constitución democrática para Chile.
Para tal efecto proponen eliminar la soberanía nacional, estableciendo que la
soberanía reside en el pueblo, lo que en el caso de la historia política y cultural de
Chile es un error, porque el Estado de Chile, nacido de la experiencia bélica forja
la nación chilena, por lo tanto, ya parten desconociendo el origen y naturaleza
fundacional del país. Además de ello, proponen que la soberanía quede
supeditada a la dignidad individual, lo que deja todo interés nacional y del Estado
a mercede de intereses, no sólo de individuos, sino que de actores
transnacionales con derechos para determinar los designios de la población. En
tercer lugar, reconoce a los pueblos originarios, sin especificar cuál es el pueblo
depositario de la soberanía, en consecuencia, fragmenta el país, consolidando el
marco hegemónico oligárquico trasnacional sobre la población de Chile. A modo e
conclusión, el nuevo proceso constituyente es un nuevo intento por socavar a
Chile como país soberano.
Si bien, lo más probable es que la nación chilena rechace nuevamente dicha
propuesta, al ser sólo un disfraz de la que propuso la convención anterior, sin
embargo, de prosperar dicha propuesta, se cimentaran las condiciones objetivas
institucionales para una guerra civil que causara la muerte horrorosa de miles de
compatriotas. Por lo tanto, sólo cabe rechazar o votar en contra la nueva
propuesta y reemplazar a la clase política anti antinacional y antipopular.