Ayer se cumplierón 49 años de la intervención de las Fuerzas Armadas que se
tradujo en el derrocamiento del gobierno de la unidad popular y el suicidio del
presidente Salvador Allende.
El 11 de septiembre tiene dos caras: Para unos fue un golpe militar…para otros un
pronunciamiento militar. Al 11 de septiembre de 1973, el país se encontraba
profundamente dividido en dos bandos irreconciliables. El odio entre los chilenos
era un hecho creciente. Se vivía una crisis integral. En efecto, existía una crisis
política e institucional, pues el de Allende era un gobierno que no contaba con
apoyo parlamentario que pretendía imponer políticas que solo contaban con el
apoyo minoritario de sus partidarios; existía una crisis económica de proporciones
con una inflación que llegó a ser un verdadero record mundial; existía un
desabastecimiento que se traducía en colas inmensas para adquirir un poco de
comida y los elementos básicos que necesitaban las familias…etc… etc.
Así las cosas, era casi un hecho de la causa que se necesitaba restablecer la
institucionalidad quebrantada. Ello motivó que actuara la única fuerza capaz de
restablecer dicha institucionalidad.
Para unos, lo ocurrido el 11 de septiembre fue un pronunciamiento que permitió
terminar con un gobierno que quería imponer en Chile un régimen comunista que
terminaría con la libertad y la democracia.
Para otros, fue un golpe de estado, que vino a terminar por la fuerza con los
avances logrados por el pueblo gracias al gobierno de la Unidad Popular y que se
traduciría en una dictadura militar que aplastaría las libertades públicas y los
derechos adquiridos por la clase trabajadora.
Como sea, será la historia la que en unos años más, despojados ese hecho de la
carga ideológica y emocional que tuvo, la que juzgue lo pasado y nos entregue
una mirada serena sobre esos años de la historia de nuestro país qu Dios lo
quiera, nunca más vuelvan a repetirse.