Conocí a Luis Cordero, pues el asistía con frecuencia a los remates de antigüedades, pinturas y
muebles europeos que yo hacía como martillero público.

La prensa ha escrito sobre él que fue fundador de la UDI y que a su fallecimiento era presidente
del Consejo directivo de la Universidad San Sebastián, a la cual contribuyó a convertir en una gran
universidad. Sus logros como político y emprendedor fueron importantes.
Sin embargo, yo hablare de él como persona. Como la persona que está más allá de sus
importantes logros personales. Hablaré de él, como el amigo con el cual, terminados los remates a
los cuales asistía, nos quedamos conversando sobre pintura, arte y sobre historia.
En una oportunidad vio en el aviso de uno de mis remates, que saldrían a la venta los muebles de
un conocido restaurante del Cerro San Cristóbal, asistió a él y se adjudicó unas hermosas sillas,
pues ellas eran – según me contó – las sillas utilizadas en la comida de su matrimonio.
Era un apasionado por la historia y en especial por la historia de la iglesia Católica. Era un católico
convencido y como tal, estudioso de su historia.
Cuando en una oportunidad le comenté que estaba desarrollando un periódico para defender la
idea social cristiana de la sociedad, sin que yo se lo pidiera, me ofreció ayuda para financiarlo. Y en
la reunión que tuvimos para concretar esa ayuda, conversamos sobre los origines de la familia
Ahumada en Chile y su vinculación con Santa Teresa de Jesús. Me habló entusiasmado sobre la
relación que había entre la Santa y los Ahumada; sobre la llegada a Chile de los primeros
integrantes de esta familia, sobre el papel que habían desarrollado en los días de la colonia don
Juan de Ahumada, conquistador español que había llegado a Chile con don García Hurtado de
Mendoza y que fue Alcalde de Santiago.
Sabía más del origen de los Ahumada que lo que yo sabía.
Así era Luis Cordero, un hombre que dejó huellas. Será difícil olvidarlo.