Por Dr. Bertrand Ramcharan
Ex Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas

A principios de agosto de 2008, pocos días antes de la invasión rusa de Georgia,
me encontraba en Tiflis, su capital, reunido con su presidente, Mijaíl Saakashvili,
en misión del secretario general de la ONU para evaluar la situación política entre
Georgia y Rusia. De camino a Tiflis, había tenido reuniones en Nueva York,
Ginebra, Viena, Bruselas, Moscú, Londres, París, Washington y Abjasia, entre
otras ciudades. Saakashvili me recibió una hora después de haberse reunido ese
mismo día con la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice. Se
mostró entusiasta, aceptó todas mis recomendaciones y nuestra reunión pareció
fructífera.
 
La semana siguiente, Saakashvili desplegó sus tropas contra posiciones rusas y
fue repelido. Las tropas rusas entraron en territorio georgiano (7 de agosto),
ocuparon amplias zonas de este y se encontraban a poca distancia de la capital
georgiana. Ello llevo a una intensa ofensiva diplomática para presionar a Moscú y
evitar que ocupara la capital georgiana. Casi dos décadas después, las tropas
rusas siguen ocupando ese territorio.
 
¿Qué llevó a Saakashvili a actuar contra Rusia? ¿Pensó, acaso, que la secretaria
de Estado Rice le había dado luz verde? Diplomáticos estadounidenses de alto
rango me insistieron en aquel momento que la secretaria de Estado Rice no había
hecho eso. Sea cual fuere el motivo, Saakashvili hizo un cálculo costoso con
consecuencias devastadoras para Georgia.
 
En los pocos días transcurridos entre mi reunión con Saakashvili y su decisión
sobre Rusia, presenté mi informe al secretario general Ban Ki-Moon,
recomendando medidas urgentes de diplomacia preventiva. El secretario general
no tuvo tiempo de poner en práctica estas recomendaciones. Mi informe se
encuentra en los archivos confidenciales de las Naciones Unidas.
 
El presidente ruso, Vladímir Putin, dejo los Juegos Olímpicos de Pekín (que
comenzaron el 8 de agosto) para dirigir personalmente las operaciones rusas en
Georgia. Este fue un período de bonanza tanto para Rusia como para China. En el
caso ruso, ello culminaría en su incursión militar en Ucrania en 2022. En el caso
chino ello se daria en Pekín con la conmemoración el 80.º aniversario del fin de la
Segunda Guerra Mundial el 3 de septiembre de 2025.
 
Observando los acontecimientos desde Washington, el presidente Donald Trump
comento en Truth Social que China y Rusia estaban conspirando contra Estados
Unidos. El mundo atraviesa tiempos difíciles. ¿Cómo los enfrentará la política
exterior de Guayana?
 

En un ensayo anterior, planteé tres alternativas:  Nueva York (la ONU),
Washington y Pekín. En principio, la ONU es la lógica. Sin embargo, la ONU se ha
visto debilitada por las tres superpotencias nucleares: Estados Unidos, China y
Rusia. La política exterior de "Estados Unidos primero" del presidente Trump ha
implicado ataques frontales al sistema de la ONU, tanto financieros como
estructurales. China profesa su apoyo a la ONU, pero este apoyo es matizado, y
además, China tiene atrasos en el pago de sus cuotas a la ONU. Rusia, con su
invasión a Ucrania, viola la
Carta de la ONU.
 
Tanto Estados Unidos como China instan a los países del Sur Global a no
alinearse con la otra parte. Esto ha llevado a destacados especialistas
sudamericanos en Relaciones Internacionales a promover lo que denominan "No
Alineamiento Activo" (NAA), recomendándolo como un enfoque de política exterior
para los países del Sur Global. Jorge Heine, Carlos Fortin y Carlos Ominami
acaban de publicar  EL MUNDO NO ALINEADO: COMO MANEJAR LA
COMPETENCIA ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS (Polity Press, 2025). Es
una lectura recomendable para líderes y profesionales de la política exterior,
especialmente del Sur Global.
 
Los autores entienden por Sur Global los 134 países que conforman el Grupo de
los 77 en las Naciones Unidas. Guyana ha presidido el G-77 en más de una
ocasión, la última en 2020. Los autores creen que un mundo multipolar o multiplex
está pasando de la era de la globalización a una era de fragmentación, en la que
la geopolítica reemplaza a la geo economía como motor clave de los asuntos
internacionales.
 
La des globalización se produce al mismo tiempo que el auge del populismo, el
proteccionismo y el aislacionismo en Occidente, del cual un fuerte sentimiento
antiinmigrante es un componente clave. Estados Unidos ha logrado desplegar su
control de facto sobre la gobernanza de internet y el sistema bancario
internacional, así como la hegemonía del dólar estadounidense, no solo contra sus
adversarios, sino contra cualquiera con quien Washington discrepe. Todo esto,
según su análisis, ha conducido al desmantelamiento del orden internacional
liberal erigido tras la Segunda Guerra Mundial.
 
Según la evaluación de los autores, el auge del Sur Global y su cuestionamiento
del orden mundial actual se enmarcan en este contexto: «Con el agravamiento de
la desigualdad, el deterioro de la seguridad alimentaria y energética, y la
aceleración del cambio climático, cada vez más países se preguntan qué
respuestas puede ofrecer el orden dominado por Occidente posterior a 1945. Si
bien los miembros del Sur Global tienen sistemas políticos y económicos,
ideologías y niveles de desarrollo muy diferentes, la mayoría comparte un pasado
colonial. Sin embargo, coinciden en que han sido excluidos de la élite política
mundial y desean cambiar esta situación».
 
La era actual, entonces, continúan los autores, está marcada por dos fenómenos
clave: uno es el regreso de la competencia entre las grandes potencias en los

asuntos mundiales; el otro, la impugnación del orden mundial actual por parte del
Sur Global. Es en este contexto de un sistema internacional en transición, donde
la ley del más fuerte prevalece y las reglas establecidas se han desvanecido, que
surge el No Alineamiento Activo.  El NAA surgió entre los académicos
latinoamericanos en 2019-20, durante el primer mandato del presidente Trump, en
respuesta a la presión de su administración sobre los gobiernos latinoamericanos
para que cancelaran proyectos asociados con China y, en general, redujeran los
negocios con Pekín.
 
Los autores consideran que “el no alineamiento ha regresado con fuerza, y no solo
en América Latina, sino también en África y Asia, aunque en una nueva
encarnación, como No Alineamiento Activo (NAA). … el NAA es una doctrina de
política exterior basada en el negarse a tomar partido en la competencia entre
grandes potencias, un rasgo distintivo del sistema internacional en la tercera
década del nuevo siglo”.
 
Implementada por países en desarrollo presionados por Estados Unidos, por un
lado, y por China, por el otro, prioriza el interés nacional del país, en lugar de las
preocupaciones geopolíticas de otros. Examina cada asunto de política exterior
según sus méritos, rechazando lo que considera una disyuntiva artificial entre
Washington y Pekín: «La gran estrategia del NAA es lo que se ha denominado
“tantear el terreno”, es decir, aprovechar esta competencia entre las grandes
potencias para maximizar las oportunidades de desarrollo de las naciones del Sur
Global, de una manera que no fue posible durante el 'momento unipolar' de la
desenfrenada supremacía estadounidense, ni tampoco durante la Guerra Fría».
 
A su vez, la táctica del NAA es la de cobertura, es decir, adoptar una postura
intermedia entre el equilibrio y la adhesión a la corriente dominante, manteniendo
abiertas las opciones: «el NAA busca mantener buenas relaciones con ambas (o
más) grandes potencias en conflicto, diversificando al máximo los vínculos. La
cobertura es la mejor estrategia para afrontar situaciones de incertidumbre. En
última instancia, el NAA busca mejorar y fortalecer la autonomía nacional».
 
Los principios clave propugnados por el histórico NOAL, a saber, la no
intervención, la coexistencia pacífica, el multilateralismo y el respeto del derecho
internacional, siguen vigentes. Defender la causa de la paz es tan importante para
el NAA como lo fue para el NOAL: «Mientras que las plataformas clave del no
alineamiento eran el propio NOAL y el G77 —organismos enormes y difíciles de
manejar que tenían el poder de la cantidad, pero poco más—, el NAA actual se
apoya en organismos más pequeños pero más eficaces, como los BRICS.
 
NAA significa que los países priorizan sus propios intereses nacionales,
negándose a ceder ante la presión de las grandes potencias. Para la doctrina del
NAA, la gran estrategia es… “tantear el terreno”, es decir, evaluar cada uno de los
temas en la agenda internacional en sus propios méritos y tomar decisiones
acorde a ello,  en lugar de alinearse automáticamente con una u otra de las
grandes potencias.
 

Los autores abogan con acierto por que los países prioricen sus propios intereses
nacionales. Aplicar este principio a Guayana, en particular, nos lleva a
preguntarnos: "¿Podría Guayana adherirse a una política de no alineamiento
activo?". Los vitales recursos energéticos marinos de Guyana están bajo la
protección de Estados Unidos. Sin la protección estadounidense, Guyana podría
ser dominada por Venezuela, que reclama más de dos tercios de su territorio
nacional. ¿Quién sino Estados Unidos podría intervenir en la defensa nacional de
Guyana?
 
Al mismo tiempo, China ha sido un socio histórico de Guyana, apoyándola en
proyectos de desarrollo cruciales mucho antes de que Guyana descubriera su
nueva riqueza. China es un importante socio para el desarrollo en América Latina.
 
Inevitablemente, Guayana necesitará seguir un rumbo pragmático en su política
exterior, teniendo en cuenta su dependencia de los EE.UU. para su seguridad
física y la solidaridad de su socio histórico, China.
 
Debemos comenzar a interpretar las señales de la futura política exterior de
Guayana, comenzando con el discurso del presidente Irfaan Ali ante la Asamblea
General de la ONU hoy.
 
Los académicos guayaneses deben mantener bajo la lupa la práctica de su
política exterior. De partida, sería muy útil analizar sistemáticamente las
posiciones que Guayana ha adoptado durante sus dos años en el Consejo de
Seguridad de la ONU.