Durante los años 60 y 70 del siglo pasado el debate teórico – político -estratégico de la izquierda latinoamericana giró en torno a la disyuntiva antitética derivada del dilema revolución o reforma, entre quienes postulaban la primacía de valores libertarios y democráticos a través de la vía ciudadana-electoral, y aquellos que empujaban el cambio total mediante la insurrección, las armas y la violencia. Era una época en que abundaban los devotos de Fidel y de su universo ideal: “la dictadura es democracia, si la ejerce el pueblo”.
Pero ya conocemos el devenir de esta historia larga que tiene más de 63 años de tragedia (desde el ingreso de los milicianos a La Habana) y sabemos que la errática disyuntiva revolucionaria de ‘Patria o muerte’ se ha traducido en demasiadas muertes.
Una segunda ola a otro ritmo
Tres décadas después, en las cercanías del siglo XXI, una segunda ola izquierdista comenzó a extenderse por la región empujada por los vientos provenientes del Foro de Sao Paulo, ente fundado en 1990 bajo la influencia determinante del comunismo latinoamericano y caribeño. Esta ola se enfocó en definir una vía compartida para emprender el cambio total y las transformaciones sociales, impulsando procesos políticos radicales a través de asambleas constituyentes que refundaran cada país para comenzar desde ‘cero’, como lo hicieran Chávez, Correa y Morales.
La izquierda chilena contemporánea
En Chile ha accedido al gobierno una izquierda juvenil ‘auto-iluminada’ que es subproducto directo del fracaso de las ‘derechas criollas necias’ y simultáneamente una proyección cultural del influjo magnético de académicos dispuestos a ser sujetos de adoración en vida, una especie de semidioses. Mas ella, como novísima generación no está ajena a esa misma náusea totalitaria que sus ascendientes aspiraron extasiados: en la actualidad una mayoría significativa de los presidentes elegidos en la zona sudamericana se apoya sin recelo en grupos de izquierda dura sometidos a los dictados cubanos.
¿Qué forma adquirirá entonces, este arribo prematuro a la cima con características de ensayo experimental?
Esta izquierda ‘a medio sancochar’ deberá gestionar la aplicación de sus proyectos y reformas en un marco de fuerte restricción económica. Como ha sido dicho por varios analistas: “es una izquierda de la escasez más que de la abundancia”. Además, la correlación de fuerzas ha cambiado: la oposición está liderada por aquella derecha algo confusa que situada en las trincheras tiene conciencia que todavía es capaz de victorias.
En tanto la sociedad chilena se muestra muy dividida ante el desafío de un proceso constituyente que exigirá una elaborada mixtura de continuidad y cambio, cuyo éxito dependerá de ‘la habilidad anfibia de Boric’ para darse tantas vueltas y saltos como sea necesario.
Nostalgia y realidad
Después del periodo en que las fuerzas de derecha no lograran construir hegemonía neoliberal a su pinta, la izquierda recuperó protagonismo en un contexto global denso y en condiciones mucho más complejas: con una pandemia devastadora, una derecha expectante, una economía mundial en plena recesión y estanflación; factores a los que es necesario adicionar su mala gestión pública de políticas en sí defectuosas, que no resolverán las carencias ni sus viejos errores históricos.
El éxito de ‘la nueva nueva izquierda’ dependerá, -entre otras variables-, de la coordinación entre sus comarcas, de la capacidad de sus caciques para implementar un programa socioeconómico realista que incorpore a todos los sectores y sensibilidades, -no solo a aquellos vinculados con la diversidad-, y del escenario geopolítico que ha abierto la presente disputa hegemónica internacional.
Hoy América Latina y Chile se encuentran en otra fase y si la izquierda de esta parte austral del mundo no se ordena, ni reactualiza su ideario y su enfoque estratégico-táctico, sus expectativas dejarán de ser propicias y sus posibilidades de avance se convertirán en otra novedosa secuela de fracasos tras fracasos.
Pareciera que esta izquierda emergente es de cartón. Sin prestancia conductora, sin estatura moral, el futuro que ofrece es una versión remasterizada del pasado. No basta con alardear en pro de la igualdad, si cuando ella intenta ser sólida en la defensa del Estado de derecho y del pluralismo, a muchos de sus cabecillas les tiemblan las extremidades y balbucean sin fe ni convicción la palabra democracia, término que hasta les cuesta pronunciar.