Por Jaime Abedrapo
Director Centro de Derecho Público U. San Sebastián
Los dignatarios de las democracias actuales viven con sus agendas, rutinas y vidas circunstanciales, pero claramente hoy vacíos en su coherencia política.
Hablan de las elecciones en Francia y la amenaza a toda la civilización que implica la polarización que encabeza la ultraderecha xenófoba en el país galo; del drama tras el inicio temprano de la temporada de huracanes en el Caribe, mientras las medidas que ellos impulsan y acuerdan acerca del cambio climático son tímidas y tardías; de la guerra de Rusia y Ucrania, pero esta esconde el reparto de un nuevo poder mundial que la OTAN intenta impedir por intereses y no por razones de respeto a la dignidad de las personas, es decir, poco que ver con la defensa de principios y mucho con la capacidad de influencia global.
Por cierto, todos esos temas resultan ser extremadamente relevantes. Nos hablan de las múltiples crisis que nuestra convivencia mundial requiere atender. Desde más cerca, Latinoamérica está sin propuesta respecto a su papel en el sistema mundial, principalmente intenta atender el azote del crimen organizado y la delincuencia de todo tipo, con un desvarío moral en múltiples manifestaciones: una evidente ampliación de la corrupción y una reedición de populismos y una tendencia hacia la polarización desde la derecha a la izquierda.
Sin embargo, una cosa tiene todos en común, principalmente entre los representantes de los países del primer mundo hasta los mandatarios de las potencias emergentes como China y otras de carácter regional: se limitan a realizar declaraciones insulsas respecto a un Genocidio en curso no visto desde la Segunda Guerra Mundial sobre la población de los palestinos y mantienen una inacción patética frente a la limpieza étnica del territorio.
En efecto, el sin sentido de las democracias actuales queda en evidencia en los hechos que suceden en Palestina. Nos referimos a que los principios han desaparecido, ya que el interés financiero y comercial doblegó a la política (esa es la actual racionalidad absoluta), y las lógicas supremacistas se han renovado. Ello está aconteciendo en prácticamente todo el orbe.
Hasta hace poco la manipulación de la información era la principal causa esgrimida para intentar comprender la indiferencia hacia Palestina.
En efecto, desde el cerco informativo evidente entre los medios occidentales motivado por intereses políticos y económicos, hasta por el propio “Occidentalismo” para comprender el mundo, según nos ilustró Edward Said, respecto a la ideología predominante en las democracias liberales.
Así comprendimos y hasta cierto punto justificamos las razones que motivaron a Occidente a facilitar la ocupación ilegal sobre Palestina; callar frente al desplazamiento forzado de sus habitantes; y mantener un doble rasero o estándar respecto a la inexistencia de un Estado de Derecho que garantice mínimamente los derechos fundamentales de los palestinos como ellos dicen exigir a sus propias instituciones.
Al respecto, las cancillerías solían responsabilizar el fracaso de los Acuerdos de Oslo (1993) al proceso de negociación en que los palestinos no eran muy hábiles estrategas, ya que afirmaban que estaban construyendo con las condiciones (nadie sabe bien cómo) para la coexistencia de dos Estados, el de Israel y uno para los palestinos.
Sin embargo, -la buena nueva – es que hoy ha surgido la franqueza. ¡A los representantes de Occidente no les interesaban, ni le interesan los Palestinos! Así de simple.
Ejemplos en la actualidad hay muchos, pero veamos algunos significativos por parte de los personeros de la potencia que decía arbitrar “imparcialmente” el proceso de paz y que debiera haber significado el fin de la ocupación, por tanto, la libertad para los palestinos.
El expresidente Donald Trump, quien en el último debate para su nueva postulación a la presidencia sostuvo que se debía permitir a Israel terminar su trabajo (¿de limpieza étnica y genocidio?), mientras que el Presidente en ejercicio, Joe Biden- en los hechos- ha permitido, tras nueve meses de asesinatos de palestinos (más 40 mil a la fecha), seguir las acciones de limpieza étnica y genocidio.
Siendo el soporte económico y militar de dicha “hazaña”, la que permite acelerar los tiempos en la construcción del Estado de Israel sobre toda Palestina.
Por otro lado, Europa, protege sus intereses comerciales y financieros, proveyendo de armas y siendo dóciles a los lineamientos de la OTAN. Su acción se limita a declaraciones inverosímiles de ayuda humanitaria para los palestinos, posiblemente buscando algún atenuante -en clave cristiana- frente al juicio final.
Israel anunció que avanzará en la anexión de Cisjordania, reimpulsando el plan que han diseñado a través de años los dirigentes sionistas. En efecto, el 25 de junio se procedió a estatizar 1.200 hectáreas del Valle del Jordán, lo cual suma de enero a julio de este año (2024) una anexión superior a las 2.300 hectáreas de territorios que habitan y cultivan los palestinos.
Estos con la medida adoptada por Israel serán transferidos a los colonos judíos, avanzando en la limpieza étnica.
En esta nueva anexión, luego de muchas otras registradas durante los último 76 años, las democracias posiblemente apuesten porque el paso del tiempo permita olvidar los crímenes contra la humanidad que se cometen en contra de los palestinos. Además, tienen la esperanza de estar más cerca de sacar de la agenda internacional la “cuestión palestina”.
En consecuencia, por más de 76 años las democracias liberales en general (con algunas honrosas excepciones como la de los nórdicos y alguna otra) han sido protagonistas de la hipocresía, señalando en público que les interesaba el devenir de los palestinos, aunque en sus actos han hecho justamente lo contrario.
En definitiva, podríamos darles la razón a los realistas del ámbito de las relaciones internacionales: Nunca les importó Palestina: la disputa es geopolítica y los derechos humanos y demás consideraciones son secundarias en el tablero de ajedrez mundial.
Los que tienen una visión desde el pesimismo antropológico dirán que es mejor un mundo franco y claro en los propósitos de los Estados, mientras que otros estamos perplejos y decepcionados nuevamente, ya que somos testigos del vacío en materia de principios morales básicos de convivencia.
Además, posiblemente en Palestina se manifieste el preludio de los tiempos que estamos por vivir, en el cual nuevamente la dignidad humana sea un elemento abyecto, interpretable y finalmente una utopía.