Por Soledad Alvear
Abogada
La discusión sobre el derecho a la vida del no nacido y el aborto jugó un rol
político y comunicacional relevante en los dos procesos constitucionales
recientemente fallidos. De alguna forma la clase política polarizada vio en esta
discusión una estrategia eficiente para exponer las diferencias entre distintos
modelos de sociedad enfrentados.
Mientras uno de los proyectos construía las bases constitucionales para la permisión del aborto libre, el segundo conducía a la imposibilidad, incluso, de su discusión. Como era de prever, la falta de ánimos de consenso así como la evidente carencia de prioridades de estas y otras discusiones, terminaron por alejar a los ciudadanos del apoyo que estos proyectosexigían.
Se habló, en esos días, de proyectos “partisanos” y de una evidente
orientación a las minorías. Las prioridades de la ciudadanía siguen centradas en
los graves problemas de delincuencia y la asonada de la criminalidad organizada
instalada en todo el territorio nacional y no parecen haber cambiado. ¿Qué podría
explicar que el gobierno insista con un proyecto tan de nicho como el aborto libre?
En política, como decía un gran canciller alemán, pareciera que no es necesario
tener la razón, sino más bien “que te la den”. A aquello apunta probablemente la
estrategia de la ministra Orellana de desarrollar un discurso “de derechos sexuales
y reproductivos” apelando, por ejemplo, a la necesidad de disminuir la mortalidad
materna por aborto. Si bien es de amplio conocimiento que en Chile tenemos uno
de los mejores indicadores de mortalidad materna de las Américas -cifras que
echan por tierra la razonabilidad del discurso por falta de necesidad- la ministra se
esmera en utilizar un argumento suficientemente persuasivo como para
representar a aquel nicho identitario, pero intentando la persuasión política abierta.
Por otra parte la estrategia del Presidente de apelar solo a la política de
convicción, es “un tema de convicciones”, no solo rechaza la política entendida
como el arte de aplicar aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible
(Cánovas), sino que abandona la Ética de la responsabilidad (H. Jonas) haciendo
imposible un avance en la discusión y llevándola a los mismos escenarios de los
intentos fallidos de reformas constitucionales.
Se ha hecho evidente en los últimos años que existen diseños de políticas
económicas insuficientes para las mujeres, desigualdad laboral, inequidad, por lo
tanto, en los pasos que se den de parte del Estado para mejorar la salud con
componentes de equidad será necesario no confundir el problema con la solución.
Porque si algunos de los objetivos de una política pública verdaderamente
feminista es reivindicar relaciones sanas con los hombres y con la maternidad, y
con la corresponsabilidad y la coparentalidad, con una vida libre de violencia, una
ley de aborto legal y libre es desde el principio un fracaso.