Por Kajal Basu

El mundo se enfrenta a alternativas muy distintas a principios de este año. La
forma en que las abordemos (prescindiendo de una de ellas o uniéndolas en
forma creativa) definirá nuestro rumbo en los años venideros.

En febrero de 2023, Jorge Heine, uno de los tres autores del libro Latin American
Foreign Policies in the New World Order: The Active Non-Alignment Option,
escribió: “El No Alineamiento Activo (NAA) exige … a los gobiernos que no
acepten a priori las posiciones de cualquiera de las grandes potencias en
conflicto. En cambio, deben actuar en defensa de sus propios intereses
nacionales, sin ceder a las presiones de las potencias hegemónicas”.

El NAA  es el sucesor del Movimiento de Países No Alineados ( NOAL). Está
aun en su infancia y sus parámetros aún se están elaborando  En su evolución
de un concepto a un movimiento, se proyecta para alinearse con la definición de
Heine como “una política exterior en constante búsqueda de oportunidades en
un mundo cambiante, evaluando cada una de ellas según sus méritos”.

La recomendación de Heine estaba dirigida específicamente a América Latina
–la llamada “clase media de naciones”– en sus relaciones con el Norte  y en su
postura contra Rusia en la guerra ruso-ucraniana. Y mientras todas las naciones
latinoamericanas rechazan las sanciones diplomáticas y económicas contra
Rusia impulsadas por Estados Unidos y la UE, el NAA se ha extendido urbi et
orbi. A su vez, en momentos en que, en los corredores del poder, la guerra rusa
contra Ucrania ha pasado a un segundo plano , ha surgido una guerra más
polarizadora para ocupar su lugar: el genocidio israelí en Gaza.

En febrero de 2023, cuando se publicó el libro de Heine, la Asamblea General de
la ONU condenó rotundamente a Rusia y pidió su retirada inmediata de Ucrania:
141 países votaron a favor, 32 se abstuvieron y siete votaron en contra. El
mundo se puso al lado del Norte, y el NAA parecía en retirada.

Diez meses después, la misma Asamblea General aprobó una resolución
simbólica y no vinculante para exigir un “ inmediato alto al fuego humanitario” en
Gaza. 153 países votaron a favor de la resolución, 23 se abstuvieron y 10 países
votaron en contra. El NAA había vuelto en gloria y majestad.

La configuración del emergente NAA comenzó a surgir poco después de que el
eje occidental apuntara a Rusia durante su desventura en Ucrania, y la India fue
uno de los creadores de lo que, meses más tarde, se llamaría el NAA. Narendra
Modi lo dirigió, aunque sin saber que estaba implementando un nuevo orden
mundial en el Sur Global, tal como su bestia negra, Jawaharlal Nehru, fallecido
hace mucho tiempo, había liderado el NOAL.

India lo hizo no sólo negándose en forma implacable a condenar a Rusia sino
también, al igual que China, comprando petróleo ruso embargado por Occidente
. El argumento de la India fue descaradamente egoísta: su economía mejoró
gracias al petróleo ruso barato, y si bien el eje antirruso podía capear la tormenta
económica tras el déficit mundial de petróleo, la India no podía, o no quería.

Cuando Occidente se tragó forzosamente este insulto (porque eso es lo que
era ),emergió un nuevo orden mundial, opuesto al propuesto por George HW
Bush en septiembre de 1990 durante su discurso ante una sesión conjunta. del
Congreso, donde dijo, con la arrogancia de los desmesuradamente privilegiados:
“Cien generaciones han buscado este difícil camino hacia la paz, mientras mil
guerras se libraban a lo largo del esfuerzo humano. Hoy lucha por nacer ese
nuevo mundo, un mundo bien distinto al que hemos conocido. … Y una cosa
más: en la consecución de estos objetivos, Estados Unidos no se dejará
intimidar”.

Pero Estados Unidos se siente intimidado, no sólo por la implacabilidad de la
India sino por la mayoría absoluta de naciones que aparentemente han
respondido al llamado del NAA. Por ejemplo, seis años después de la primera
conferencia del NOAL en Bandung, a su cumbre en Yugoslavia en 1961 asistió
un solo país latinoamericano: Cuba. Hoy, 26 de las 33 naciones de América
Latina y el Caribe son miembros del NOAL.

En enero de 2023, cuatro gobiernos latinoamericanos (Argentina, Brasil, Chile y,
sorprendentemente, el viejo aliado estadounidense, Colombia) ignoraron
fríamente una oferta de Washington de reemplazar su anticuado inventario de
armas y municiones con armamento moderno si las donaban a Ucrania. Unos 21
países latinoamericanos se distanciaron del Norte Global, convirtiéndose en
parte del proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda. Entre ellos están
Argentina, Uruguay, Ecuador, Venezuela, Chile, Uruguay, Bolivia, Costa Rica ,
Cuba y Perú.

“ANA implica, pero no necesariamente defiende, la equidistancia o la neutralidad
de las principales potencias mundiales, principalmente Estados Unidos y China”,
escribió Deepak Bhojwani en un artículo, ‘Por qué ANA debería ser la base de la
política exterior moderna de América Latina’, en abril de 2023. “Es un intento de
desviar la política exterior de decisiones y acciones que no están determinadas
por el interés nacional de las naciones que la ejercen”.

Yo diría que el ANA es casi exclusivamente anti-Eje occidental y, de hecho,

trabaja a favor de China, que no ha mostrado ningún interés en vender su
ideología al resto del mundo, y mucho menos usar la fuerza, el ejército o la
economía,  para propagar las virtudes de su peculiar quimera política. de hecho,
se puede aventurar que el propio gobierno chino es un caso de un NAA
microcósmico, que toma de la ideología y la macroeconomía todo lo que
conviene a su gestión del Estado.

Sin embargo, la India de hoy, con su típica displicencia , desdeña el paradigma
prometedor de la ANA, tanto en su terminología como en su perspectiva. En su
libro de 2020, The India Way: Strategies for an Uncertain World, S Jaishankar
prefirió la palabra “alineamiento múltiple”, señalando que la India “busca la
convergencia estratégica en lugar de la conveniencia táctica”. Esto es una
oportunidad perdida, el rechazo de la posibilidad de liderar una causa
trascendental (aunque todavía no segura) que podría redefinir las relaciones
internacionales durante mucho tiempo.