En tiempos de confusión deambulan alrededor de los medios de
comunicación camarillas de agoreros, brujos, profetas obsolescentes
y caudillos hipócritas que en la espesura de la bruma buscan retomar
el camino perdido; no son pocos los que prefieren subsistir en la
oscuridad tratando de convencer a incautos e inocentes para que les
acompañen en su caminata a ciegas. Cualquiera de ellos podría ser
tocado por un rayo de luz y aprovechar ese instante mágico para
iluminar a otros o persistir en su viaje al vacío.
Sin antorchas, lámparas o linternas led en el espacio de los oscuros,
es poco lo que se puede avanzar de noche. ¿Cuántos charlatanes han
quedado atrapados en cuevas laberínticas que cobijan ideas negras?
Inflexibilidad utópica: defecto de profetas Una incesante aspiración utópica
podría ser eficaz para que profetas y caudillos no se rindan e intenten lo
imposible, pero no garantiza que logren concretar sus pensamientos y objetivos
compulsivos. Lo supo casi al final de sus días Salvador Allende Gossens.
Su destino trágico, que todavía marca y divide a Chile, ha estado
asediando la psiquis de Gabriel Boric -un auto-clon atípico del
personaje mencionado- quién al año de mandato comienza
tardíamente a adquirir conciencia de sus frecuentes contradicciones
estratégicas, de su escasa credibilidad y de las carencias de sus
seguidores. En su elaborado discurso durante el reciente encuentro
nacional empresarial (Enade) acaba de expresar que “la
inflexibilidad es la vocación del fanático, del profeta o del mesías. Y
yo no soy ninguno de ellos”, añadiendo que la política es “un arte de
la porosidad” que permite encontrar los puntos mínimos comunes”.
(20 de abril de 2023)Profetas desarmados y desalmados
¿Qué ocurrió hace 50 años que esos puntos mínimos comunes no se
hallaron?
El sociólogo José Joaquín Brunner ha escrito refiriéndose de modo
específico al proyecto de la Unidad Popular que encabezara
Allende, que “tal proyecto era completamente utópico y
absolutamente irrealizable”. “La Unidad Popular se hallaba partida
en dos desde el comienzo, entre un polo moderado, más bienreformista y dispuesto a negociar, y un polo rupturista cada vez más
vocal y amenazante”. “Adicionalmente, y por fuera de la UP, se
situaba una izquierda que promovía abiertamente un enfrentamiento
armado con la burguesía“, “posición mirada con inocultable
beneplácito también por círculos radicalizados dentro de la UP”.
Según su análisis apologético, dicho proyecto “ponía al propio
gobierno de la UP, desde el primer día, en una posición insostenible.
Sin mayoría -ni en el Congreso, ni en las calles, ni entre las élites, ni
en los medios de comunicación- tampoco contaba con una estrategia
revolucionaria ni con los medios humanos, militares, financieros, de
organización y liderazgos para poder desafiar seriamente al bloque
de poder establecido”. Es decir, una coreografía muy semejante a la
actual. Sostiene que “tan improvisado cuadro revolucionario trae a
la memoria las palabras sobre los ‘profetas desarmados’ de
Maquiavelo”. El mismo Brunner confiesa con nostalgia: “las izquierdas,
de las cuales yo formaba y me siento parte, nos habíamos embarcado en
un proyecto de revolución socialista”, … “de superación del
capitalismo a partir de una transferencia masiva del poder, la
propiedad y la influencia, pero por medio de la vía institucional y
democrática y con un apoyo minoritario (digamos, un tercio de los
votantes). Esto significaba proponerse una meta revolucionaria
radical a ser alcanzada por medios pacíficos. Es decir, dentro del
marco del Estado de derecho, con pleno respeto a las garantías
constitucionales, a la vista de los poderes fácticos, montados sobre
una economía debilitada, en el patio trasero del ‘imperio yanki’ y
con plena conciencia (se supone) de los límites socio-culturales y
los valores tradicionales dominantes en la población”. (“Cincuenta
años: violencia y profetas desarmados”, “El Líbero”, 19 de abril de
2023)
A 50 años de aquel experimento fatídico -proyecto, a juicio de
Brunner- el sociólogo articulista pareciera desprenderse
simplemente de sus culpas y hablar de ‘profetas desarmados’, -sin
siquiera titubear- citando con desparpajo a Maquiavelo.
¿Profetas desarmados o profetas desalmados? ¿Y los profetas
armados?: ¿acaso nunca existieron?