¿Qué pasa en derredor nuestro? ¿Por qué esa pertinacia nihilista que solo conduce al conflicto y nos empuja estrepitosamente al vacío?, a sabiendas de que la nada es el no-ser. ¿Por qué darse vueltas en torno al mismo eje, como si no hubiera alternativas, ni opciones racionales de salida?
¿Por qué esta atracción por repetir el ayer maldito? ¿Por qué? ¿Por qué volver al tiempo ido? ¿Cuál es el afán de recuperar lo que fue y no es?

Tiempo de esperanzas muertas
¿Será que se espera otra tragedia? o ¿será que se espera a alguien con aura diferente? ¿Quién será el o la que ha de venir? ¿Habrá espacio y tiempo suficiente para más salvadores fatuos?
Un conocido ex-presidente ha dicho que es necesario reemprender el camino; pero si él ya lo reemprendió y fracasó. Políticos de países vecinos también lo han intentado en nuestra América: los peronistas Menem y Kirchner en Argentina, Bachelet y Piñera en Chile, Lula en Brasil.
Acontece que millones de ciudadanos del vecindario se cansaron de que les anunciaran buenas nuevas que pronto devinieron en tragedias viejas; no quieren redentores, ni milagreros, ni maquiavélicos, ni profetas falsos, ni cínicos, ni payasos. Durante décadas han visto cómo al final del camino trunco las promesas abandonadas aparecen muertas y resecas, en medio de un trayecto que no tenía destino.

Falta luz, más luz
¿Cuándo llegará ese momento en que el cielo nuboso se abra para dar paso al viento y la luz? Es lo que están esperando con ansiedad los nacidos en Argentina, Chile, Ecuador, México, Venezuela….
¿Será suficiente con restablecer el diálogo, como se ha propuesto? Para generar confianza y construir acuerdos, no basta con reconocer las diferencias, los desvaríos y errores; tampoco con ingresar previamente a una zona de silencio expiatorio. La improvisación discursiva en tanto instrumento artesanal propio del buen orador, es un recurso que puede hundir a cualquier aprendiz de charlatán en situación psíquica de indigencia, al percatarse tardíamente que esta rodeado de carencias y de apoyos míseros.
En circunstancias como la descrita ni mil discursos de frases entrecortadas con resuellos, ni un dispositivo eléctrico-magnético que lo auxilie oportunamente, ni una malla protectora de comunicadores servirán para impedir la caída del personaje que erra o miente. Es el costo inevitable de bailar al ritmo de tantas volteretas: perder estabilidad, caer de bruces contra el suelo de la adversidad profunda o en última instancia permanecer mareado por siempre en algún pasadizo del laberinto político.

Así funciona la democracia
Si un jefe de gobierno, mientras reflexiona, divaga confundido entre sus lecturas y la real-realidad que lo atenaza, sin poner en orden su mente y sus ideas y sin evitar que sus actos entren en contradicción, su futuro será de color oscuro difuso y es posible que el abismo lo succione si insistiere en acercarse a la orilla donde el riesgo de caer al abismo es inminente.
Para dialogar con seriedad se requiere actitud moral, voluntad recta, honestidad espiritual, consecuencia entre lo que dice y lo que se hace, ponderación, estatura y credibilidad ética. Es decir, virtudes que precisamente escasean en el ágora y en el mercado multicolor de estas tierras.
La convicción de aquellos ciudadanos que conforman un cuerpo político respecto de la sapiencia y criterio del gobernante elegido como autoridad superior, al que han decidido otorgar mandato temporal, es básica para establecer ese vínculo de confianza mínima que se necesita para construir unidos el bien común general. De ahí que cuando cesa la credibilidad en quien se depositó poder transitorio, es porque el cordón umbilical que les ataba se ha cortado.
Por eso, si los críticos del jerarca cuestionado, después de vilipendiarlo y de pedir a gritos su renuncia, cambiaren impúdicamente de opinión y volvieren a apostar por él, significa que hasta la confusión mental es contagiosa, pues se ha radicado también en ellos y debieran someterse a análisis severo.
Es la democracia en toda su desnudez y esplendor, estimado lector. Así funciona este sistema de convivencia llamado democracia: es su fisiología. Digámoslo de otro modo: es su naturaleza. su esencia, quizás su alucinante y delirante razón de ser y no ser a la vez.