Este artículo se basa en un ensayo de 145 páginas titulado “El Conflicto Interminable”,
título que no deja de ser certero porque históricamente hablando, la guerra ha sido la ocupación
principal del hombre desde el inicio de los tiempos.

Su autor Renato Ahumada nos señala que su libro es “una visión actualizada, equilibrada e
independiente del conflicto territorial entre palestinos e israelíes”. Un todo convertido en un
paquete histórico cargado de consecuencias, intrigas y apropiaciones. Sus fuentes proceden de
aquellos extensos territorios que van desde el Éufrates al Nilo desde unos 12.500 años atrás,
cuando sucesivas tribus nómades visualizaron aquellas grandes extensiones fértiles como
asentamientos soñados. A partir de ahí, disputas permanentes. Los primeros en ocupar dichas
tierras fueron los “Natufienses” (traducibles como “palestinos”) pero ajenos a toda legalidad que
les asegurara derechos indesmentibles. (Algo parecido a lo ocurrido en Chile a nuestros
“mapuches” que por no contar con “escrituras”, sus heredades ancestrales pasaron a los
españoles y luego a las manos de los chilenos y estos repartiéndolas entre cuanto extranjero llegó
a estas tierras … A pesar de la férrea resistencia mapuche que siempre ha tenido como único
mandante a su “Pachamama”. Y eso, desde más de 400 años). Ya ven, nada diferente a sucesos
originados hace miles de años.
El ensayo de Ahumada es digno de ser leído por gente común como yo que sólo vislumbra
fragmentos de aquellos lugares, hechos, personajes y tiempos dispares. Como aquella ciudad
de Jericó (sigo IV a C) o aquellos “filisteos” que dan paso a la nominación de Palestina o la
invasión del Imperio Romano con Saul, David y Salomón; la Diáspora y el exilio del Reino de
Judá, Palestina como cuna del Cristianismo, Alejandro Magno en el 331 a C. y así;
acontecimientos que en su larga lista “nos terminan sonando” pero, ajenos a significados y
ubicaciones específicas.
Pero, digamos algo más concreto sobre esta historia. El conflicto israelí/Palestina procede
de tiempos bíblicos, porque según el “Génesis”, dios prometió a los judíos estas tierras a través
de Abraham: “Y te daré a ti y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la
tierra de Canaan en heredad perpetua y seré el Dios de ellos”). El único “detallito” de este
generoso ofrecimiento fue que tales tierras ya tenían dueño: aquellos que creyeron validarse
con derechos ancestrales. Pero, de ahí para, adelante acosados sin término, llevando por bandera
la sola alusión de una “ Tierra Prometida”.
Ahora, si nos saltamos algunos siglos. Al término de aquella “Gran Guerra” que pondría
fin a todas las guerras (1914-1918), encontramos a los ganadores repartiéndose cuánto se les
pone por delante. Y entonces, el “Mandato de la Sociedad de Naciones” determina que parte de
lo que fuera el Imperio Turco-Otomano requiere de sus preocupaciones y tal responsabilidad
administrativa – con relación a Palestina – recae en manos de Gran Bretaña (1922 a 1948). Tal
medida se hace “maná” para los israelíes y que se tradujeron en migraciones masivas a Palestina.
Y cuando se hizo realidad la inevitable segunda parte de la Gran Guerra (“Segunda Guerra

Mundial” -1939- 45), Alemania hace festín con seis millones de judíos. Pero, como los judíos
porfiadamente terminan engrandecidos con la guerra y con el apoyo de Estados Unidos (ahora
convertido en el “país de la abundancia”. Y como era de suponer, la recién creada “Asamblea
General de las Naciones Unidas” decide darle termino definitivo a este larguísimo conflicto. Para
ello, divide a Palestina en dos (1947), dejándola reducida a menos de su mitad original. Queda
“zanjado” el viejo problema y el Estado de Israel se hace realdad (1948).
Hasta aquí dejo esta historia que ustedes pueden seguir conociendo a través de “El
Conflicto Interminable”, porque en la actualidad ya se cuenta con un símil: la “Invasión de
Ucrania por Rusia”. Por lo demás, éste se trata de un hecho “casi real”, a no ser por el infaltable
“detallito plenamente intencionado de que con la siembra de mentiras y “medias verdades” se
alcance una versión acomodada donde Rusia sea el “malo de la película”. Así, seguiremos
sumidos en la ignorancia y desorientación a la que ya nos tienen casi acostumbrados.
Ahora, ¿por qué Rusia se atrevió “invadir” a Ucrania?. Recordemos que Ucrania fue parte
de la Unión Soviética, poseen fronteras comunes, parte de la población ucraniana es rusa y es
granero obligado de Rusia y Europa. Pero el meollo del asunto debe buscarse en aquella
Ucrania ya convertida en “nación libre” para luego aprovechar sus ventajas estratégica para
hacerla un reservorio de centrales nucleares y de “justas defensas”. Pero Rusia no se deja
engañar y reacciona. Ocupa sorpresivamente aquellas regiones ucranianas convertidas en puntos
estratégicos ya acondicionadas para encerrarla e inmovilizarla. Y ahora, frente a tal proyecto
frustrado, sufre un acoso sistematizado – siempre desde Ucrania – con uso de armas de última
generación aportadas por sus ya muchos implicados.
Entonces, ¿por qué no tomar una decisión definitiva siendo tantos y con tantos
pertrechos. Porque el miedo hace templar las manos de unos y otros. Existen demasiados
arsenales atómicos desperdigados con cohetes intercontinentales, drones aéreos y submarinos
con lanzamientos infalibles que utilizan guías satelitales. Y lo dramático, que al cruzarse por mar
o aire buscando echar por tierra al otro, pueden – por Justicia – adelantar el fin de buena parte
de este conglomerado humano que nunca logró entender el significado de Humanismo. Porque
al apegarse a la “ley del menor esfuerzo” se acostumbraron a obtener bienes ajenos con
esfuerzos mínimos, jugosos beneficios de manera “express” y desde luego; bien emparentados
con la Depredación y ajenos a todo parentesco con la especie humana ni tampoco con esa
Naturaleza, puesta a su servicio (Pragmatismo).
Y como lo establece la Biblia: “Pagarán justos por pecadores”, mientras “los justos
heredarán la Tierra”.