Por Jorge Varela
Analista político

Aquellos estudiosos que se dedican a analizar el curso social, económico y político de la realidad chilena, y se caracterizan por ser rigurosos en la elaboración de sus enfoques, -dentro de los cánones metodológicos de su respectiva disciplina-, deberían estar sorprendidos por la temperatura caliente que está deformando el contenido del debate público, con sus consecuencias perniciosas para el devenir cercano.

Desde sectores vinculados al oficialismo se ha expandido mediante aval académico, un léxico separatista perverso cuyo objetivo es extender la fractura social y política existente. La difusión gozosa de el último Informe del PNUD sobre Desarrollo Humano en Chile 2024, “¿Por qué nos cuesta cambiar?”, lamentablemente no escapa a esta nefasta influencia endógena y exógena. La utilización de un lenguaje que divide y contrapone a la ciudadanía y a los movimientos sociales de las elites políticas y empresariales, es lisa y llanamente un retorno a la lucha de clases en versión tardía, a partir de una visión posmoderna engañosa y tosca.

Cajón de sociólogos
La citada investigación del PNUD aborda el deseo de cambio, una idea clave inserta en el típico cajón repleto del sociólogo perturbado por encuestas, diagnósticos, análisis interpretativos y proyecciones, donde se puede hallar cualquier herramienta o inspiración que pudiera ser útil para confeccionar un modelo de sociedad funcional a concepciones que la evolución del tiempo ha superado.
¿Quién no está a favor de emprender el cambio? El asunto es cómo hacerlo en libertad, respetando la dignidad de las personas, sin avasallar además la soberanía de los pueblos, todo lo cual no es conciliable con el calificativo de villanos que torpemente se otorga a determinados sectores del cuerpo social.
Este informe que califica de ‘villanos’ a miembros de un sector de la sociedad, no es ciertamente un documento que persiga el entendimiento y la unidad nacional. Si usted trata de villano a su adversario olvídese de promover un clima pacífico de convivencia estable a través de un diálogo plural y constructivo.

Todos somos villanos
Hablando de villanos, todos somos villanos por nacer y vivir en una villa. ¿O será que se desea instalar en la mente ciudadana un tipo de mafioso astuto utilizando lenguaje abusivo -un personaje seductor provisto de ideas dañinas- y esparcir con intención malévola esa sombra abyecta de un ser siniestro que actúa para causar solo agravios? Pues bien, este sujeto se parece demasiado al canalla. De haber canallas, también los hay. Están precisamente en la vereda del frente y se hacen notar; no son invisibles y tienen fuero.

Los canallas existen
En medio de seres ruines, bellacos, bribones y pillos, es fácil extraviarse. Es lo que explica esta confusión inevitable entre villanos y canallas. ¿A qué bando pertenece usted?, si no le dejan otra escapatoria que la difundida desde círculos poderosos abundantes en asesoría y recursos externos. Al final usted siempre será etiquetado -contra su voluntad- y formará parte ínfima de una de las facciones que interactúan en un ambiente de creciente polarización política.

Un documento desintegrador
El engendro en cuestión se asemeja a un exhorto ideológico-estratégico de esos que surgen de la pluma marchita de políticos incendiarios que sueñan utopías por la noche y descansan de día para reponerse del esfuerzo imaginativo y del desgaste energético que su redacción acomodaticia provoca a sus redes neuronales.
Varios memoriosos recuerdan el tono de algunas publicaciones ‘cepalinas’ de las décadas cincuenta y sesenta del siglo pasado, solo que las formas de presentación eran menos estruendosas y respetaban los espacios de autonomía en que se desenvolvían con libertad.
A juicio del académico Kenneth Bunker este documento -verdaderamente desintegrador- es “un primer borrador de lo que va a ser el programa político-electoral de continuidad del oficialismo (…) para los principales temas, el relato”. (Universidad San Sebastián, “El Mercurio”, 8 de septiembre de 2024} Un relato que el Frente Amplio y sus aliados necesitan para activar las seseras y refrescar sus gargantas resecas vacías de verbo propio y seductor.

Una situación frustrante
Quedan pues sensaciones de desencanto cuando un organismo internacional al abrir sus compuertas, deja paso a alusiones mal intencionadas que terminan dañando su trabajo y su imagen futura. Hay quienes piensan que el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) no puede convertirse en licencia internacional de un Programa para el Desarrollo del Frente Amplio (PDFA).
El entredicho desatado no es conveniente para el PNUD, ni para el país. En momentos que el prestigio de las entidades internacionales está siendo atacado con fundamentos sólidos desde diversos ángulos civilizatorios, geopolíticos, culturales e ideológicos, cualquier interpretación que afecte los objetivos de ellas contribuirá a su deterioro y pérdida de confianza. Las personas, los pueblos y Estados no merecen un trato tan soberbio -tan propio de villanos arrogantes- como el descrito.