Este artículo está referido al “cacareado” robo cometido en el Ministerio del Desarrollo Social. Pero en esta ocasión, pretendo mostrar por separado los comportamientos de aquellos tres niveles actuantes que en forma obligada se dan en todo hecho: a) el inmediato donde sucede lo preocupante con sus actores directos, b) el nivel medio con participantes vinculados con el tercer nivel, moviendo hilos sin dar la cara, c) aquel estadio superior donde se trama todo acorde a conveniencias y anonimatos absolutos, siempre “sacando las castañas del fuego con la pata del gato”… Por lo mismo, mi intención es facilitar la comprensión del lector poniendo de manifiesto los comportamientos que se van conjugando acorde a lo aportado por cada nivel.
Ocurre al término de la jornada de trabajo, cuando todo está en paz y con solo la presencia del personal de protección y limpieza. Los guardias proceden de una empresa externa que “cumple a cabalidad” y ubicados frente a la entrada principal. Las encargadas del aseo en pleno anonimato limpian y ordenan el Ministerio. De pronto, una llamada al teléfono de uno de los guardias. Éste reconoce al Ministro al instante: “… Si señor Ministro… no hay problema… no se preocupe. .. Si, por cualquier duda le consultaré”. El otro guardia expectante es tranquilizado cuando se le muestra el teléfono donde el Ministro habla y se muestra presente. Y las dudas se desvanecen. Luego vienen las aclaraciones. El Ministro que venía para acá se quedó en “pana” y ahora tres sobrinos de su esposa vendrán a retirar unos computadores (notebooks) y la caja de seguridad que tiene en su oficina para revisar documentos que le urgen para mañana. Ahora sólo esperan. En un vehículo llegan los “sobrinos” todos jóvenes y plenamente distendidos, vistiendo capas transparentes con capuchas. (Más tarde, el guardia explicaría sobre trabajos nocturnos como fumigadores y que frente a la urgencia vinieron como andaban). Este guardia es el que se apresura en hacerlos pasar, ajenos a todo control protocolar.
De ahí para adelante los acontecimientos se centran en cumplir los mandatos ubicados en diferentes pisos, mientras el guardia hace de guía. El teléfono se muestra encendido en su mano, enfocando los artículos que se van retirando y respondiendo consultas específicas. Dentro de bolsas de basura que él proporciona se acomodan los computadores. En toda esta larga operación nadie se preocupa de las aseadoras que van y vienen. Pero aquí se produce el infaltable imponderable. La jefa de las aseadoras comienza a sospechar de lo que ocurre, mucho más cuando escucha un acento extranjero en uno de los “sobrinos” y mucho más cuando ve que en una “yegua” (carro manual) bajan la caja de la oficina del jefe. “Aquí nos están robando”, piensa. Para entonces, ya todo está siendo cargado en un furgón con ayuda del guardia. La mujer, no pudiendo acallar sus sospechas se comunica con el segundo guardia, instándolo a llamar carabineros y quedarse callado. Cuando la patrulla policial logra llegar, todo se encuentra con la calma acostumbrada. Pero se inician las indagaciones y la funcionaria del aseo da a conocer lo que creyó ver. Llaman al Ministro… y puertas adentro ¡estalla el escándalo!, mientras los interrogatorios se tornan específicos.-
Esta breve reseña, creo, pone de manifiesto un vulgar robo “del cuento del tío” pero de manifiesta sofisticación. Donde los “sobrinos” son delincuentes comunes pero bien escogidos para hacerse pasar como tales. El guardia mandante, un cómplice “comprado” y preparado para desempeñar su papel. El robo de los computadores (más de veinte) sólo pago por un trabajo fácil (y que no logran reducir por falta de tiempo). Lo único realmente válido es la caja de seguridad con sus documentos. Otro componente que justifica lo sofisticado es aquella llamada del Ministro que fuera mostrada al otro guardia para que constate (como testigo) la voz e imagen del Ministro. Es “la guinda de la torta” para culpar a quién corresponde. Y como en todo acto delictual, “cuanto más se emborrache la perdiz” el resultado es mejor, se agrega un supuesto ladrón condenado que desde la cárcel lidera este robo.
¿Y en el segundo nivel quién actúa?. Un cómplice probado como seguro, dirigiendo cada paso del proceso para que todo se cumpla apegado al plan.
Entonces, el tercer nivel ¿concretó sus propósitos?. Yo diría que no porque tempranamente todo el andamiaje se vino abajo y lo peor – seguros del éxito – entregando carta blanca a voceros para que informen sobre este auto robo y exigiendo su renuncia. De modo que cuando este montaje quedó convertido en trizas debieron echar mano al “plan B”, intensificando la tarea de hacer robar computadores procedentes de cualquier repartición estatal a fin de mostrarlos como hechos habituales pero, enfatizando las manifiestas debilidades del presente Gobierno. Además, intensificar al máximo las diatribas contra el Ministro por su comprobada ineficiencia y “total falta de apoyo por parte de la ciudadanía”. (Un experto en publicidad nazi decía: “Miente, miente, miente que entre tantas mentiras siempre algo queda”). Esta cantinela viene repitiéndose no sé cuántas veces al día). Y si todo esto no resultara, echar mano a alguna noticia impactante que desvíe el interés sobre el tema… y colorín colorado…
Qué correspondería hacer ahora?. Según yo como simple Pueblo, ¡nada de aceptar disculpas!, sino dar curso a una intensa investigación con plazos acotados a fin de que la Encargada Oficial del caso logre lo que perfectamente puede lograrse y antes de que se fragüen las infaltables componendas históricas. Y por último una sugerencia: Colocar a la Encargada de Aseo como jefa de proteger al Ministerio, ajena a dependencias externas.