Ariel Takeda
Profesor y escritor

Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayaga) nació en Vicuña en 1889. Sus
capacidades adelantadas hacen que a los 15 años pudiera ser profesora
ayudante en una escuela de La Serena, mientras colaboraba periodísticamente
en “La Voz de Elqui” de Vicuña. A los 21 años trabaja a nivel de Enseñanza
Media (Liceo de Niñas de Traiguén). En 1914 su reconocimiento literario se
generaliza con sus “Sonetos de la Muerte”. Recorre Chile 11 años enseñando: en
Antofagasta, Los Andes, Punta Arenas, Temuco y Santiago. En Temuco (1920)
conoce e intimida con Pablo Neruda mientras observa qué se entiende por
“partición de tierras y justicia social” cuando se trata de mapuches y sobre los
cuales solo puede expresar: “Esa gente si sabe amar a su Tierra”. Su accionar
siempre es digno, silencioso, mesurado; mientras enjuicia comportamientos
malsanos y su voz literaria denunciando con total crudeza, pero envueltos en
belleza y sencillez donde difícilmente el vulgo puede vislumbrar tales
profundidades. De todos modos, sus esquivas cercanías provoca rechazos en los
grupos dominantes que terminan traducidos en desprecios, “ninguneos” y
persecuciones con saña.

En 1922 se encuentra invitada en México participando en la Nueva Educación
liderada por José Vasconcelos, contribuyendo a cimentarla y reconociendo al
niño como tal y dándosele igualdades y derechos. Ese mismo año aparece
“Desolación” y al siguiente “Lecturas para Mujeres”. En 1930 en España “Ternura
“ mientras viaja por Estados Unidos y Europa dando conferencias y clases. En
1932 inicia su carrera consular y en 1938 edita “Tala” (Argentina). Cumpliendo
roles diplomáticos en Brasil (1942) conoce una pareja de judíos acompañada de
un jovencito que han escapado del Nazismo, pero después de conocer todos
sus horrores. Se acerca a ellos pero ya nada logrando porque vienen
cargando la desolación de la muerte. A poco andar la pareja se suicida y algo
después Yin-Yin (nombre que Gabriela le ha adjudicado a “su sobrino”)… En
1945 recibe el Premio Nobel de Literatura en Suecia y en 1951 el tardío Premio
Nacional de Literatura en Chile.
Si, este es nuestro “Chilito” siempre “ninguneando” o eliminando al válido. Y donde
nuestras autoridades se muestran borroneadas en beneficio de mediocres y
enfermos de angurrias. Por lo mismo, ¿se valida que al 68° aniversario de su
muerte ninguna voz representativa se elevara para recordarla?. ¿Acaso no es un
ejemplo enorgullecedor y necesario para nuestras generaciones de recambio?.
¿Qué rol juegan nuestras instituciones encargadas de transmitir masivamente la
Cultura chilena?.
Para concluir dos pequeños poemas conocidos por todos, pero con los contenidos
implícitos que les corresponden. “Te llamas Rosa y yo Esperanza, pero mi nombre
olvidaré; como una sola flor seremos, como una flor y nada más”. (Olvidando
nuestros nombres y ajenos a diferencias, amémonos como si fuéramos uno
solo). “Piececitos de niños, azulosos de frío ¿cómo os ven y no os cubren? ¡Dios
Mío!” (¿Tanta ceguera como para no reparar la maldad provocada por ustedes
mismos?).
NOTA ADICIONAL: Como otra mujer ejemplar de las tantas que hay un recuerdo
para ADRIANA HOFFMAN, aquella Botánica que fallece a los 82 años (mayo del
22) siempre luchando por enseñar y conservar nuestros bosques nativos.
Enemiga de los explotadores de bosques; motivo más que suficiente para que
su nombre se acalle. Deja una extensa literatura como ”La tragedia del Bosque
Chileno”.