Jorge Heine
Profesor en la Escuela de Estudios Globales Frederick S. Pardee
Universidad de Boston.
Ex embajador de Chile en China

No son muchos los jefes de Estado que en un lapso de semanas realizan visitas
tanto a Beijing como a Washington, las dos capitales desde las cuales se maneja
el mundo de hoy. El que lo haga el Presidente de Chile es testimonio de una
política exterior que sabe balancear los intereses de Chile en un mundo en
turbulencia, en que es fácil equivocarse y llevar al país al despeñadero.
La visita esta semana del Presidente Gabriel Boric a Estados Unidos, en que se
reunirá por segunda vez con el Presidente Joseph R. Biden (la primera fue en el
marco de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles en junio del año pasado), se
da con ocasión del bicentenario de las relaciones diplomáticas entre ambos
países, así como del vigésimo aniversario de la firma del Tratado de Libre
Comercio (TLC) entre Chile y el país del norte.

Chile es uno de solo seis países en el mundo que tienen TLC tanto con Estados
Unidos como con China, y ambos han sido muy positivos para Chile. Con Estados
Unidos, en estos veinte años el comercio ha crecido a un promedio de un 9,3%
anual, llegando a U$ 35,4 mil millones en 2022. Estados Unidos es hoy el segundo
mayor socio comercial de Chile, y la segunda mayor fuente de inversión
extranjera. Cabe notar también que las exportaciones de Chile a Estados Unidos
tienen un mayor valor agregado que las exportaciones a China y a otros mercados
asiáticos.
Más allá de las tendencias en los flujos comerciales y de inversión, hay también
hechos recientes que reflejan la solidez de los lazos entre Santiago y Washington.
Por una parte, hace unos meses el Senado de los Estados Unidos ratificó un
tratado para evitar la doble tributación que llevaba muchos años languideciendo en
la Cámara Alta del Congreso de ese país. Una vez que los trámites se completen,
Chile pasará a ser solo el segundo país en la región en tener un tratado de esa
índole con Estados Unidos, con todas las ventajas que ello implica (el otro es
México). Por otra parte, la confirmación de que Chile continuará teniendo acceso
al programa de Visa Waiver del Departamento de Estado (el único país
latinoamericano con ese beneficio) ratifica la seriedad con que el mismo se ha
manejado por la parte chilena.
El caso de Chile es prueba al canto de que en este mundo marcado por la
competencia entre las grandes potencias, la noción de que nuestros países deben
de alguna manera escoger entre una y otra, y tomar partido en los albores de esta
nueva Guerra Fría, es profundamente equivocada. Las mejores tradiciones de la
política exterior de Chile apuntan precisamente a lo contrario. Es poniendo los
intereses de nuestro país al frente, y el no dejarse presionar por las
superpotencias para asumir los de ellas, lo que salvaguarda el progreso de Chile y
maximiza nuestra capacidad de negociación e influencia. Los hechos hablan por sí
mismos.